Decías
¡Entre!
Pero nadie entraba
Pero un remolino de música
consumía el espacio
y quedábamos atónitos
sosteniendo
la cúpula encendida de
otro mundo
Ahora el fantasma tiene aberturas
de boca
y nada dice
Nadie dice nada
Las cosas se apagan
lentamente
En tu feroz mordaza
quedan palabras quedan
besos
Nadie dice nada
porque nada tiene sentido
Lo irrevocable
es una verdad vacía
que nos acecha
sin razón verdadera
Al contemplarte
nos contemplamos
petrificados
¡vivos!
¡Oh forma! ¡Oh crepitación
de la forma
que nos liberta de la nada
al mismo tiempo que a ella
nos conduce!
Te recuerdo
como un caballo espumoso
tascando
el freno de la muerte
Como un cíclope
luchando con una pared
cornuda
Tierno
cazando una estrella
perdida
en tu cuerpo
Humilde
cuidando una paloma
coja
Iracundo
ante la mesa vacía del pobre
Te has juntado
contigo mismo?
Y de qué te vale
el cumplimiento de una
soledad
más vasta?
Allí
no sé dónde
tallando con tus dientes
un bosque de marfil
sin intención verdadera?
Sólo abundabas en tu
prójimo
en El sol ciego, 1966
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