martes, marzo 30, 2010

“Informe desde la ciudad sitiada”, de Zbigniew Herbert







Demasiado viejo para llevar las armas y luchar como los otros
fui designado como un favor para el mediocre papel de cronista
registro -sin saber para quién- los acontecimientos del asedio
debo ser exacto mas no sé cuándo comenzó la invasión
hace doscientos años en diciembre septiembre[1] quizá ayer
            al amanecer
todos padecen aquí del deterioro de la noción del tiempo
nos quedó sólo el lugar el apego al lugar
aún poseemos las ruinas de los templos los espectros de jardines
            y casas
si perdemos nuestras ruinas nada nos quedará
escribo tal como sé en el ritmo de semanas inconclusas
lunes: almacenes vacíos la rata ha devenido moneda corriente
martes: alcalde asesinado por agentes desconocidos
miércoles: conversaciones sobre el armisticio el enemigo confinó
            a los legados
ignoramos dónde se encuentran esto es el lugar de su suplicio
jueves: tras una turbulenta asamblea se rechaza por mayoría de votos
la propuesta de los comerciantes de especias de rendición
            incondicional
viernes: comienza la peste
sábado: se ha suicidado un desconocido inflexible defensor
domingo: no hay agua
rechazamos un ataque en la puerta este llamada Puerta de la Alianza
lo sé todo esto es monótono a nadie puede conmover
evito comentarios las emociones mantengo a raya escribo
            sobre hechos
aparentemente sólo ellos son valorados en los mercados foráneos
pero con cierto orgullo deseo informar al mundo
que gracias a la guerra hemos criado una nueva variedad de niños
a nuestros niños no les gustan los cuentos juegan a matar
despiertos y dormidos sueñan con la sopa el pan los huesos
exactamente como los perros y los gatos
al atardecer me gusta deambular por los confines de la Ciudad
a lo largo de las fronteras de nuestra libertad incierta
miro desde lo alto el hormigueo de los ejércitos sus luces
escucho el tronar de los tambores los alaridos bárbaros
en verdad es inconcebible que la Ciudad todavía se defienda
el asedio continúa los enemigos deben ser reemplazados
nada les une excepto el anhelo de nuestra destrucción
godos tártaros suecos huestes del César
regimientos de la Transfiguración del Señor
quién los enumerará
los colores de los estandartes cambian como el bosque
            en el horizonte
desde el delicado amarillo de aves en primavera a través
            del verde del rojo hasta el negro invernal
así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar
en asuntos antiguos lejanos por ejemplo en nuestros
aliados de ultramar lo sé su compasión es sincera
envían harinas sacos de ánimo grasa y buenos consejos
ignoran incluso que nos traicionaron sus padres
nuestros ex-aliados desde los tiempos del segundo Apocalipsis
sus hijos no tienen culpa merecen gratitud así que
            les estamos agradecidos
no sufrieron un asedio largo como una eternidad
a quienes alcanzó la desdicha están siempre solos
los defensores del Dalai Lama kurdos montañeses afganos
ahora cuando escribo estas palabras los partidarios del pacto
conquistaron cierta ventaja sobre la fracción de los intransigentes
habituales las oscilaciones de ánimo los destinos aún se sopesan
los cementerios crecen disminuye el número de los defensores
pero la defensa perdura y perdurará hasta el final
y si cae la Ciudad y uno solo sobrevive
él portará consigo la Ciudad por los caminos del exilio
él será la Ciudad
miramos en el rostro del hambre el rostro del fuego el rostro
            de la muerte
y el peor de todos el rostro de la traición
y sólo nuestros sueños no fueron humillados.





[1] La noche del 13 de Diciembre de 1981 fue decretado en todo el país el estado de guerra, el movimiento democrático «Solidaridad», el primer sindicato independiente en un país socialista, fue disuelto y declarados ilegales todos los acuerdos firmados entre el sindicato y el gobierno. A la declaración del estado de guerra siguió una represión generalizada. En Septiembre de 1939, por otra parte, dio comienzo, como es sabido, la Segunda Guerra Mundial.




en Informe desde la ciudad sitiada y otros poemas, 2008













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