Revista Descontexto: Arte/política/cultura. Partimos como revista, nos transformamos en blog y desde 2013 también somos Descontexto Editores.
jueves, enero 25, 2007
“Mi colega”, de Charles Bukowski
Para ser un chico de 21 años en Nueva Orleans
yo no valía mucho la pena.
Tenía una pequeña habitación que olía a meados y muerte,
pero quería estar allí,
y habían dos adorables chicas al final del vestíbulo
quienes no paraban de golpear a mi puerta y gritar.
"¡Levántate! ¡Hay cosas buenas allá afuera!".
"¡Lárguense!", les decía,
pero eso sólo las estimulaba más;
me dejaban notas bajo la puerta
y pegaban flores con cinta adhesiva al pomo de la puerta.
Yo nadaba en vino barato y cerveza verde y demencia.
Conocí al viejo tío de la habitación de al lado;
de algún modo yo me sentía viejo como él;
sus pies y tobillos estaban hinchados
y no podía atarse los zapatos.
Cada día, sobre la una del mediodía,
salíamos a dar un paseo juntos,
y era un paseo muy lento.
Cada paso era doloroso para él.
Cuando nos acercabamos al bordillo,
yo le ayudaba a subir y bajar, agarrándole por el codo
y por la parte de atrás de su cinturón; lo conseguíamos.
Me gustaba. Nunca me cuestionó sobre lo que hacía
o lo que dejaba de hacer.
El debería haber sido mi padre,
y lo que más me gustaba era lo que decía una y otra vez:
"Nada vale la pena”.
Era un sabio.
Aquellas chicas jóvenes deberían
haberle dejado a él
las notas y las
flores.
mmm
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