domingo, enero 07, 2007

"Los detectives salvajes", de Roberto Bolaño

Fragmento



Lima y Belano dijeron algo que no entendí. Sus voces parecían flotar en el interior del Impala. Pues hay algo más, dije yo. Y se lo dije. Y luego les pregunté si sabían lo que era un gliconio (que es un verso de la métrica clásica que se puede definir come una tetrapodia logaédica cataléctica in syllabam), y un hemíer. (que, en la métrica griega, es el primer miembro del hexámet dactílico), o un fonosimbolismo (que es la significación autónoma que pueden asumir los elementos fónicos de una palabra o verso). Y Belano y Lima no supieron ni una sola respuesta, no digamos Lupe. Así que les pregunté si sabían lo que era una epanortosis, que es una figura lógica que consiste en volver sobre lo que ya se ha dicho para matizar lo afirmado o para atenuarlo o incluso para contradecirlo, y también les pregunté si sabían lo que era un pitiámbico (no lo sabían), y un mimiambo (no lo sabían), y un homeoteleuton (no lo sabían), y una paragoge (sí lo sabían), y además pensaban que todos los poetas mexicanos y la mayoría de los latinoamericanos eran paragógicos, y entonces yo les pregunté si sabían qué era un hápax o hápax legómenon, y como no lo sabían se lo dije. El hápax era un tecnicismo empleado en lexicografía o en trabajos de crítica textual para indicar que una voz se ha registrado una sola vez en una lengua, en un autor o en un texto. Y eso nos dio qué pensar durante un rato.

—Ponnos ahora una más fácil —dijo Belano.
—Bien. ¿Qué es un zéjel?
—Carajo, no lo sé, qué ignorante soy —dijo Belano.
—¿Y tú, Ulises?
—Me suena a árabe.
—¿Y tú, Lupe?

Lupe me miró y no dijo nada. A mí me dio un ataque de risa, supongo que de los nervios que tenía, pero igual les expliqué lo que era un zéjel. Y cuando acabé de reírme le dije a Lupe que no me reía de ella ni de su incultura (o rusticidad) sino de todos nosotros.

—A ver, ¿qué es un saturnio?
—Ni idea —dijo Belano.
—¿Un saturnio? —dijo Lupe.
—¿Y un quiasmo? —dije yo.
—¿Un qué? —dijo Lupe.

Sin cerrar los ojos, y al mismo tiempo que los veía a ellos, vi el coche que avanzaba como una flecha por las avenidas de salida del DF. Sentí que flotábamos.

—¿Qué es un saturnio? —dijo Lima.
—Fácil. En la poesía latina arcaica, un verso de interpretación dudosa. Algunos creen que tiene naturaleza cuantitativa, otros que acentual. Si se admite la primera hipótesis, el saturnio puede ser analizado en un dímetro yámbico cataléctico y un itifálico, aunque presenta otras variantes. Si se acepta la acentual estaría formado por dos hemistiquios, el primero con tres acentos tónicos y el segundo con dos.
—¿Qué poetas usaron el saturnio? —dijo Belano.
—Livio Andrónico y Nevio. Poesía religiosa y conmemorativa.
—Sabes mucho —dijo Lupe.
—Pues la verdad es que sí —dijo Belano.

A mí me volvió a dar el ataque de risa. La risa salió expelida del coche de forma instantánea. Huérfano, pensé.

—Sólo es cuestión de memoria. Memorizo las definiciones y ya está.
—No nos has dicho qué es un quiasmo —dijo Lima.
—Un quiasmo, un quiasmo, un quiasmo... Bueno, un quiasmo consiste en presentar en órdenes inversos los miembros de dos secuencias.

Era de noche. La noche del 1 de enero. La madrugada del 1 de enero. Miré hacia atrás y me pareció que nadie nos seguía.

—A ver, ésta —dije—. ¿Qué es un proceleusmático?
—Ésa te la has inventado tú, García Madero —dijo Belano.
—No. Es un pie de la métrica clásica que consta de cuatro sílabas breves. No tiene un ritmo determinado y por lo tanto puede ser considerado como una simple figura métrica. ¿Y un moloso?
—Ésa sí que te la acabas de inventar —dijo Belano.
—No, te lo juro. Un moloso, en la métrica clásica, es un pie formado por tres sílabas largas en seis tiempos. El ictus puede recaer en la primera y tercera sílabas o sólo en la segunda. Tiene que combinarse con otros pies para formar metro.
—¿Qué es un ictus? —dijo Belano.

Lima abrió la boca y luego la volvió a cerrar.

—Un ictus —dije yo—, es la pulsación, el compás temporal. Ahora debería hablarles del arsis, que en la métrica románica es el tiempo fuerte del pie, es decir la sílaba sobre la que recae el ictus, pero mejor seguimos con las preguntas. Ahí les va una fácil, al alcance de cualquiera. ¿Qué es un bisílabo?
—Un verso de dos sílabas —dijo Belano.
—Muy bien, ya era hora —dije yo—. De dos sílabas. Muy raro y además el más corto posible en la métrica española. Casi siempre aparece ligado a versos más largos. Ahora uno difícil. ¿Qué es el asclepiadeo?
—Ni idea —dijo Belano.
—¿Asclepiadeo? —dijo Lima.
—Viene de Asclepíades de Samos, que fue el que más lo usó, aunque también lo emplearon Safo y Alceo. Tiene dos formas: el asclepiadeo menor es de doce sílabas distribuidas en dos cola (miembros) eólicos, el primero formado por un espondeo, por un dáctilo y por una sílaba larga, el segundo por un dáctilo y por una dipodia trocaica cataléctica. El asclepiadeo mayor es un verso de dieciséis sílabas por la inserción entre los dos cola eólicos de una dipodia dactilica cataléctica in syllabam.

Empezamos a salir del DF. íbamos a más de ciento veinte por hora.

—¿Qué es una epanalepsis?
—Ni idea —oí que decían mis amigos.

El coche pasó por avenidas oscuras, barrios sin luz, calles en donde sólo había niños y mujeres. Luego volamos por barrios en donde aún celebraban el fin de año. Belano y Lima miraban hacia delante, hacia el camino. Lupe tenía la cabeza pegada al cristal de la ventana. Me pareció que se había quedado dormida.

—¿Y qué es una epanadiplosis? —Nadie me contestó—. Es una figura sintáctica que consiste en la repetición de una palabra al principio y al final de una frase, de un verso o de una serie de versos. Un ejemplo: Verde que te quiero verde, de García Lorca.

Durante un rato estuve callado y me puse a mirar por la ventana. Tuve la impresión de que Lima se había perdido, pero por lo menos no nos seguía nadie.

—Sigue —dijo Belano—, alguna sabremos.
—¿Qué es una catacresis? —dije.
—Ésa me la sabía, pero se me ha olvidado —dijo Lima.
—Es una metáfora que ha entrado en el uso normal y cotidiano del lenguaje y que ya no se percibe como tal. Ejemplos: ojo de aguja, cuello de botella. ¿Y una arquiloquea?
—Ésa sí que me la sé —dijo Belano—. Es la forma métrica que usaba Arquíloco, seguro.
—Gran poeta —dijo Lima.
—Pero en qué consiste —dije yo.
—No lo sé, te puedo recitar de memoria un poema de Arquíloco, pero no sé en qué consiste una arquiloquea —dijo Belano.

Así que les dije que una arquiloquea era una estrofa de dos versos (dístico), y que podía presentar varias estructuras. La primera estaba formada por un hexámetro dactilico seguido de un trímetro dactilico cataléctico in syllabam. La segunda... pero entonces comencé a quedarme dormido y me escuché hablar o escuché mi voz que resonaba en el interior del Impala diciendo cosas como dímetro yámbico o tetrámetro dactilico o dímetro trocaico cataléctico. Y entonces escuché que Belano recitaba:

Corazón, corazón, si te turban pesares
invencibles, ¡arriba!, resístele al contrario
ofreciéndole el pecho de frente, y al ardid
del enemigo oponte con firmeza. Y si sales
vencedor, disimula, corazón, no te ufanes,
ni, de salir vencido, te envilezcas llorando en casa.




 

1 comentario:

  1. Uy, tengo ganas de leer Los detectives salvajes, pero este fragmento me hizo recordar la métrica de Quilis!

    ResponderBorrar