miércoles, enero 03, 2007

“El espíritu de las formas”, de Élie Faure

Extracto



Las evidentes analogías de apariencia bastan al que emplea sus ojos en descubrir dentro del mundo de las formas una arquitectura general que tome de la lógica funcional su poesía más poderosa. Poussin, como Homero al descubrir el tronco de una palmera en el torso de una muchacha, comparaba con ese torso las columnas de la Maison Carrée de Nîmes.

Delacroix se libró, en lo que respecta a los árboles, las hojas y los dibujos del agua sobre la arena, a consideraciones del mismo género. En los Escritos de Carrière se encuentra una conferencia muy sugestiva sobre ello, en presencia de los esqueletos de la galería osteológica del Museo, donde el armazón de los animales aparece completamente desnudo. Ved la construcción armoniosa de cada uno de ellos, las cabezas de los huesos jugando en sus alvéolos, las palancas óseas inclinadas por el peso o torcidas por el juego de los músculos, las imbricaciones sinuosas y los soportes de las vértebras, el ánfora de la pelvis para llevar el peso de las vísceras, la continuidad de la armadura ósea encargada de equilibrar y de transmitir las tensiones, y todos esos aparatos construidos sobre un plano monótono, pero que se hace vital a través de las imperceptibles variantes de función para la marcha, la prensión, la masticación, el vuelo, la natación, el juego profundo y elástico de los pulmones y el corazón. Comparad todas las esencias de este bosque de esqueletos, bosque en marcha hacia un destino ciego, desde el más gigantesco de los saurios anteriores al diluvio hasta el reptil más fino o el pájaro más pequeño […]

La forma universal está construida sobre un plano único. Se puede, por donde se mire, descubrirlo en todas partes. Es bien pobre el que no sabe ver, por ejemplo, en un cráneo de hombre o de animal, no sólo un paisaje admirablemente ordenado con sus valles y sus colinas, sus ríos, sus movimientos internos, su unidad geológica y su ritmo, sino una escultura perfecta con su equilibrio asimétrico, sus planos silenciosos, sus líneas huidizas, sus protuberancias expresivas y sus perfiles sinuosos y puros. Y cuando el hombre y sus obras aparecen sobre la tierra ¿es tal vez una casualidad que el arma se parezca a una garra, a un cuerno, a un arma de defensa de un animal; que la joya abrace los cuellos y los brazos como lo haría un reptil; que un submarino se parezca a un pez, un avión a un pájaro o a un insecto gigante, una vela a un ala, una caldera o una cloaca a unas entrañas y un motor a un corazón que late? ¿Es una casualidad que las religiones estén construidas en base al amor y a las leyes del hambre? Entre el espíritu y los motivos que le dan forma y lo atraen sin cesar para su alimentación y su seguridad, existe una interpretación continua y bienhechora, en la que “imitación” del objeto termina cuando la inteligencia empieza, y donde la “invención” se detiene al olvidar el objeto. El bosquejo del Paraíso del Tintoretto, en el que todo son formas vivientes, se parece tanto al espíritu como el Partenón o un automóvil, donde todo son formas abstractas.



 

3 comentarios:

  1. Me parece que este texto lo deberían leer y repasar varias veces artistas y diseñadores, para luego con humildad profunda ir a agradecerle a la naturaleza, darse las gracias a su natura propia y reconocerse como meros y fundamentales replanteadores del puzzle inmenso de la creación.
    Te invito también a pasear por mi blog, un abrazo y seguiré visitándote.
    Natalie.

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  2. hola, quería saber si alguien tiene alguna versión digitalizada de este libro de elie faure,
    si no es así cualquier comentario o análisis me resultaría útil,
    gracias
    Natalia

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