Cuando nací todos quedaron asombrados porque mis ojos no miraban hacia afuera sino hacia adentro. Pero fue mi bautizo, el presagio de lo que más tarde ocurriría. De pronto, la llama de uno de los cirios incendió por completo el lugar. El fuego y el pánico se propagaron tan rápido que menos de la mitad de los presentes logró escapar con vida. Creo que fue desde ese momento que la gente comenzó a murmurar cosas extrañas sobre mí.
Sonámbula desde niña. Vagué por las habitaciones de la oscura casa, conversando con las ánimas de mis familiares ya muertos. Mis padres y mis hermanos muchas veces fueron testigo de esto, pero lo callaron para protegerme. A los diecisiete años dejé los estudios. Siempre supe que carecía de cualquier tipo de gracia o encanto. Quizás ese fue el motivo por el cual me casé con un viejo militar de casi ochenta años. Pero el enlace no duró mucho, al poco tiempo lo abandoné, detestaba su olor, su piel contorsionada y el espanto que le provocaba cuando notaba que mis ojos observaban mirando hacia adentro. Ya libre y con dinero suficiente, comencé un singular itinerario de viajes a través del Estigia, el río con las aguas más oscuras y cansadas de todo el planeta. En la Región del Tártaro conocí a un mago musulmán que me enseñó a dilucidar entre el mundo real y el reino de los muertos. Pude atravesar sin dificultad ambos territorios y fue mío el conocimiento de otros mundos superiores y el hallazgo de la sabiduría más hermética. A cambio, tuve que eliminar de mi mente el espejismo de mi propio yo y engañar a los tres jueces inmaculados para no beber el agua que me haría perder toda la memoria.
A mi regreso se produjo otro acontecimiento. Una noche, mientras paseaba a orillas del lago Lhéete, me vi rodeada de príncipes ataviados con curiosos ropajes. Entre ellos reconocí de inmediato, al Gran Sabio, a quien tantas veces había llamado. Estuvimos conversando durante varias horas. Antes de marcharse me acarició con su cabeza derecha, encomendándome una misión que no puedo revelarles. Luego vinieron más mensajes sobre la secreta doctrina, y la creación de un gobierno invisible. Completamente fascinada veía como distintas personas llegaban a mi casa para adherirse a esta nueva ciencia. Deseaba tanto no defraudarlos, pero el gran misterio no podía ser entregado a cualquiera. Entre cientos de candidatos, apenas dos no fracasaron en su intento y solo uno fue bañado por entero. Iniciarse en este camino demanda rigor e inteligencia. Muchos de quienes se lo propusieron debieron haber meditado antes de someter su voluntad.
Con el tiempo mis habilidades fueron aumentando, pudiendo incluso prescindir de todo mi cuerpo. Esta cualidad me permitió trasladarme hasta las regiones más herméticas. Ahí descifré lo indescifrable, empleando un conjunto de textos que he encontré en las puertas de un templo subterráneo. En estos se narra la horrible historia de la humanidad, en una sola palabra. Una palabra prohibida e impronunciable. Esta palabra se contrae constantemente para no ser oída ni tocada. Pero él me ha premiado con la posibilidad de transmitirles en nuestro lenguaje su significado:
"Al inicio el hombre original y su terror subsistían sólo como una diminuta esfera de luz a la espera de transformarse en carne y miedo. Fueron seis las razas en el ciclo de la evolución humana, seis sus fuegos y seis sus angustias. La primera raza era solo una sombra de luz sobre el plano ardiente de la tierra. Las otras pasaron de células transparentes y volátiles hasta llegar a convertirse en seres sin forma, que eligieron la tierra imperecedera para desarrollarse. Esa que los falsos textos nombran como Edén, se convirtió así en el continente de la penúltima raza: El hombre condenado por el conocimiento. El hombre condenado por Dios. O sea, el hombre maligno”.
Todavía queda tiempo para que la sexta raza se asome entre nosotros. Cuando eso ocurra ya todos ustedes se habrán extinguido. Mientras tanto yo me quedaré aquí, dormida a los pies del único filósofo verdadero. A la espera, a la infinita, pero paciente espera.
Me encantó este retrato de mujer. Me quedo con los ojos que miran hacia adentro.
ResponderBorrarAbrazos