El Papa volvió a su antiguo hogar académico (Universidad de Ratisbona) y dio una clase de teología bajo el título: “Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones”. El objeto central de su disertación se condensa en el título y giró en torno al vínculo existente entre fe y razón, es decir, la racionalidad de la fe. Todo su discurso apuntó a ese particular trayendo un tema tan complejo y controvertido como el de la mediación de la fe por la cultura helénica (vínculo entre la fe y la filosofía heredada de los griegos) y los avatares históricos que esto ha representado y aún representa. Pero este no es el asunto que despertó la ira de los musulmanes.
El hecho puntual fue que, al inicio de su ponencia, para ejemplificar la relación entre razón y fe, citó un diálogo mantenido por el emperador bizantino Manuel II Paleólogo (siglo XIV - XV) con un sabio persa. El emperador, hablando de la yihad, dijo: “Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”.
Aclaremos que al mencionar la palabra yihad, el Papa la traduce por “guerra santa”. Y continúa diciendo que el emperador “explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma”.
¿Por qué el Papa trae esta cita? Para ofrecer un argumento más a su discurso, ya que como él mismo lo señala, la afirmación decisiva en esta argumentación (la del emperador) contra la conversión mediante la violencia es: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. Existe también, implícitamente, un ánimo de purga a su propia religión, a la que dicha frase parece venirle como anillo al dedo. La religión católica no ha sido precisamente bondadosa a la hora de expandir sus territorios, ni en la conquista a Sudamérica, ni a través de la “Santa” Inquisición, ni, en términos modernos, por la imposición cultural que aún expone, con distinta fuerza e influencia, en los países en que es mayoría. Recordemos el intento por dominar las temáticas sexuales y de control de natalidad, el presunto satanismo de escritores y músicos, y, en general, la intromisión en asuntos de Estado de toda índole.
El mundo católico se ha acostumbrado a imponer sus criterios y a forzar a vivir bajo las condiciones que impone su paradigma incluso a quienes no profesan su religión, incluso a quienes no profesan ninguna religión. Es un asunto descabellado, es cierto, y, en cierta manera, se ha mantenido en el silencio y en el acuerdo tácito. Pero cuando Benedicto XVI propugna la supuesta violencia de otra religión, me parece que ha llegado el momento de ponerle un “stop”, o al menos una luz de precaución, a quien predica desde una santidad y pureza que es, por lo menos, discutible.
En continuidad con su reflexión, Benedicto XVI refiere que “para la doctrina musulmana Dios es absolutamente trascendente. Su voluntad no está ligada a ninguna de nuestras categorías, incluso a la de la racionalidad”. Siendo así, si fuese su voluntad, podría pedirle al hombre que obre con malicia e incluso, que practique la idolatría.
Benedicto se equivoca una vez más. Tanto en la forma como en el contenido. La categoría trascendente del Dios islámico no dista demasiado (no en términos relevantes) del Dios cristiano. Ubicar al Dios cristiano dentro de la racionalidad, y al Islámico fuera, no pasa de ser un recurso tendencioso, apoyado en dos suras que bien podrían compararse con más de dos versículos en los que se equipara esta situación en ambos pensamientos religiosos. No hacía falta remitirse a ese emperador -ignoto en cuanto a filosofía y teología se refiere- ni al tal sabio persa del que no sabemos ni su nombre, para avanzar en la cuestión central del discurso, a saber, la relación intrínseca existente entre la razón y la fe. Relación que, según el mismo Benedicto XVI, no sólo le otorgaría un lugar propio a la teología en el ámbito universitario, sino que, además, debería promover una armónica relación intercultural. “Sólo así -dice el Papa sobre el final de su ponencia- podemos lograr ese diálogo genuino de culturas y religiones que necesitamos con urgencia hoy”. Por otra parte, y por último, para desarrollar la –peregrina- tesis católica de la racionalidad de Dios, no parece necesaria la comparación con el islamismo.
En otro orden, según explican los mismos musulmanes, la mención no sólo resultó inoportuna y fastidiosa, sino que además, no reflejaría la verdad de su credo. Y ofrecen, entre otras, estas tres precisiones:
Primera:
El término “yihad”, no debería en absoluto traducirse por “guerra santa”. Incluso, no es “la” yihad (en alusión a “la” guerra, sino “el” yihad) y hace referencia, primeramente, al combate interno de cada persona por vivir en armonía con Alá. Además, ni Mahoma ni el Corán, han propuesto jamás difundir el islamismo mediante la espada; eso es una falsedad construida en Occidente para desacreditar al Islam; el yihad, como combate armado, es únicamente defensivo, sólo es lícito en la defensa de las iglesias. Por último, la expresión “guerra santa” no sólo no pertenece al Libro Sagrado, sino que es de cuño católico y se le atribuye al Papa Urbano II.
Segunda:
No es cierto que el Islam considere a Dios como algo tan absolutamente trascendente y lejano al hombre que hasta podría manifestarse con una voluntad arbitraria en relación a la categoría de racionalidad. Según explica Abdennur Prado, Presidente de la Junta Islámica de Cataluña, “en el Corán se constata la existencia de dos tipos de Nombres de Dios: los de Majestad o lejanía, y los de Belleza o cercanía” y el Libro Sagrado afirma que “Dios está más cerca del hombre que su vena yugular, entendiendo esta figura física como metáfora de una relación mayor, íntegra, total”. Por lo tanto, insiste, “nada de esto se corresponde a la concepción de la divinidad en el Islam”. Y señala que “en todo momento el Papa cae en un esquematismo muy pobre, que pone en tela de juicio su reputación como teólogo”.
Tercera:
Abdenur Prado, en su “Lectura del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona”, recuerda –ante lo que él considera como una “muy dura descalificación del Islam” ya que “el Papa habla del Dios del Islam como un Dios que no actúa conforme a la razón”- la valiosa influencia islámica en el proceso medieval de helenización de la fe. Para ello, menciona a los célebres Avicenas y Averroes, conocidos (no lo suficiente, y ya sabemos por qué) por introducir el pensamiento aristotélico en la alta escolástica. En tal contexto, ofrece un comentario que, aunque a los católicos nos resulte difícil de asimilar, aparece como una muestra significativa de las dificultades que conlleva hacer la crítica de una determinada cosmología religiosa, desde la lógica racional de una cosmología diferente: “Sorprende a un musulmán ver a un sacerdote católico acusar al Islam de ser una religión contraria a la razón. Sorprende por el hecho de que desde hace siglos los teólogos musulmanes han resaltado la irracionalidad del cristianismo trinitario. El catolicismo ha sido criticado por situar como condición de la salvación la obligación de creer ciegamente en dogmas incomprensibles para la razón, como son la Trinidad, la Encarnación o la idea de que somos culpables de un pecado que no hemos cometido. Por no hablar del dogma de la infalibilidad del Papa, o del más moderno dogma de la Asunción de María”.
Es muchísimo más lo que podría extraerse como reflexión y aprendizaje desde este desafortunado comentario hecho en Ratisbona por Benedicto XVI. No hay espacio aquí para ello, aunque tal vez, en un futuro inmediato, haya que volver sobre el tema y sus consecuencias.
Hoy el Papa y la Santa Sede se enfrentan a un arduo proceso diplomático-religioso para que no se destruyan los vínculos que los mismos musulmanes reconocen como un logro de Juan Pablo II. Y más allá de estas acciones, que intentarán suavizar sus expresiones e incluso –tal vez- hasta desdecirlas, no puede obviarse que de una atenta lectura de su discurso surge con claridad que todo lo que el Papa dijo (incluyendo la cita del emperador bizantino) es lo que el Papa piensa. Aunque su intención, seguramente, no haya sido ni ofensiva ni inocente.
A veces no entiendo porque la prensa saca de contexto lo que el PAPA dijo, creo que aunque se haya equivocado, tiene derecho a equivocarse, es ser humano, no es Dios para ser perfecto...
ResponderBorrarDisculpa la ausencia pero atravesé un momento muy feo en mi vida, pero regrese!!!
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ResponderBorrarSegún la organización jerárquica de la Iglesia Católica: el papa es "infalible": cosa que quiere decir: "nunca se equivoca", cosa que a su vez es una aberración.
ResponderBorrarPorque en este caso: y en muchos otros: sí se equivoca y debería tener más cuidado cuando habla.
Religiones...vaya...
ResponderBorrarEstimados amigos nuestros y de nuestro blog: ya desde las sombras y hace tiempo un personaje de "ciertas" convicciones confusas, que ha sido en la tolerancia nuestro amigo y conoció por ende Descontexto, ha asomado sus narices por estos lares. Entonces, sí, está bien, corresponde que opine el tipo, pero no sin nuestra advertencia hacia ustedes de su fina ironía y su constante embriaguez corporal e intelectual.
ResponderBorrarAgradezco esta cálida bienvenida. Me considero simplemente un humilde y ferviente hombre en búsqueda. Es por eso que no escribo para dar mis opiniones sino nada que para aclarar mis cándidas dudas. Este blog me ha resultado muy interesante en tal sentido porque me ha hecho descubrir nuevas y cautivantes paradojas. El espíritu humano no tiene por qué vivir siempre de acuerdo consigo mismo: somos contradicción. Por eso no hay que extrañarse de que en este artículo se señale la racionalidad como algo deseable para la religión y que más abajo se haya citado un fragmento de Nietzsche en el que se nos invita a liberarnos de la racionalidad. O, humana natura...
ResponderBorrarcon cariño,
un colaborador
os encontré por los haikus y me topo con esto! vaya!
ResponderBorrar¡Que polarizados estamos!
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