Caído
su marido en la batalla,
vive
sola en una choza de paja.
Se
cubre con trapos y jirones,
y
peina sus cabellos blancos.
Aunque
han sido arrasadas las moreras
y
no tiene ni un gusano de seda,
sin
razón ni piedad le cobran
tributos
de sericultora.
Pese
a lo yerma que es la tierra,
la
obligan a pagar impuestos
de
cosechas que no existen.
Hojas
y raíces silvestres
son
sus comidas más frecuentes,
y
sus únicos combustibles,
las
hierbas, tallos y hojas secas.
Escondida,
ahora, y oculta
en
las entrañas de la selva,
¿tendrá
la suerte de escapar
de
las garras usurpadoras?
en Poesía clásica china, 2001
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