Fragmento / Traducción de Hernando Jiménez
La masa de hombres sirve pues al Estado, no como hombres sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército erguido, la milicia, los carceleros, los alguaciles, posse comitatus,[1] etc. En la mayoría de los casos no hay ningún ejercicio libre en su juicio o en su sentido moral; ellos mismos se ponen a voluntad al nivel de la madera, la tierra, las piedras; y los hombres de madera pueden tal vez ser diseñados para que sirvan bien a un propósito. Tales hombres no merecen más respeto que el hombre de paja o un bulto de tierra. Valen lo mismo que los caballos y los perros. Aunque aún en esta condición, por lo general son estimados como buenos ciudadanos. Otros –como la mayoría de los legisladores, los políticos, abogados, clérigos y oficinistas– sirven al Estado con la cabeza, y como rara vez hacen distinciones morales, están dispuestos, sin proponérselo, a ponerle una vela a Dios y otra al Diablo. Unos pocos, como héroes, patriotas, mártires, reformadores en el gran sentido, y hombres – sirven al Estado a conciencia, y en general le oponen resistencia. Casi siempre son tratados como enemigos. El hombre sabio será útil sólo como hombre, y no aceptará ser «arcilla» o «abrir un hueco para escapar del viento»,[2] sino que dejará ese oficio a sus cenizas.
1849
[1] Grupo armado para mantener la ley, grupo armado del sheriff.
[2] De Hamlet, Shakespeare (1564-1616).
El de THOREAU es un escrito que resulta incitante y al que cabría felicitar por proponer un concepto de DEBER que se liga a la singularidad de cada individuo y a su sentido crítico y actividad rebelde...
ResponderBorrarGracias por el guiño!
Aun cuando tiene mas de un siglo, ese texto resulta apropiado para hoy. No se si alli, pero si en mi relaidad latinoamericana. Parece haber sido escrito hoy, quiza en bolivia o Venezuela.
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