viernes, abril 03, 2020

«Berlín», de Juan Carlos Mestre







Año tras año, cada domingo, hacia mediados de enero
la dialéctica de la espontaneidad se reúne en Berlín con Rosa Luxemburgo.
Acuden los líderes de los pantanos, cantan el himno de los arillos
en la orejas. Han venido los pájaros de Walter Benjamin
a ser definitivamente entendidos este domingo de mediados de enero.
Gloria a los escarnecidos, gloria a los elevados por las madres
que sostuvieron el sencillo universo de la lucha de clases.
Rosa Luxemburgo, vestida de negro y subida a un cajón de madera
habla con vehemencia al cordero y al lobo: No más créditos a la guerra,
no más hechicerías de patria al evangelio de los desesperados.
Año tras año, cada domingo, ángeles envejecidos caídos del infierno
custodian a los inválidos y a los niños de las negaciones.
Han echado arenques envenenados en el asilo, el orden reina en Berlín.
¿Queda abolida la pena de muerte?
Dicen que hay cadáveres que hablan más alto que las trompetas.
Y los patinadores recogen su cerebro despedazado por un culatazo.




en La bicicleta del panadero, 2014


















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