miércoles, julio 17, 2019

“El sombrero y la boina”, de Andrea Camilleri



(1925 - 2019)


Era una noche oscura, pero no tormentosa. En la densa oscuridad de aquella calle que debería haber iluminado una farola que los chiquillos habían apedreado hasta apagarla, el sombrero de gran marca, algo asustado, caminaba aprisa para llegar al sitio donde tenía que llegar. Al doblar la esquina, comprendió que el temido encuentro estaba a punto de producirse: frente a él, quieta como si lo estuviese esperando, había una boina. Pero no una boina a cuadros de turista inglés ni verde claro al uso catalán; no, señores, ésa era una boina siciliana, de paño negro y torcida. Con un grito sofocado, el sombrero dio un paso atrás.

—¿Te he asustado? —se informó, a un tiempo cortés e irónica, la gorra.
—Bueno, sí.
—¿Y por qué?
—Bueno, ya se sabe qué representa la boina, ¿no? Y al verte así de repente frente a mí, en la oscuridad de una calle solitaria, enseguida he pensado en una mala boina, una boina con intenciones aviesas… ¿Adivino?
—Adivinas —respondió la boina sacando un revólver del bolsillo. Luego preguntó—: Dime antes una cosa. ¿Sobre qué cabeza estás?
—Sobre la cabeza del banquero más grande del mundo —respondió el sombrero.

La boina volvió a guardar el arma en el bolsillo, se hizo a un lado y se descubrió respetuosamente.

—Usted perdone, capo. No lo había reconocido —dijo con una inclinación.



en Gotas de Sicilia, 2001











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