domingo, junio 23, 2019

“El arte de la réplica”, de Marco Denevi





La diosa Palas Atenea combinaba la pudicia de sus costumbres con una lengua filosa y mordaz. De ella se cuentan episodios en los que su ingenio cáustico causó estragos.

Pasando, bajo la figura de una joven, delante de un grupo de soldados, uno de éstos se mofó de su actitud recatada.

—Miren a esa tonta, cómo tiembla al ver tantos hombres juntos.

Sin detenerse, la diosa le replicó:

—Te equivocas. Tiemblo al verte a ti entre tantos hombres.

Impelidos por una fuerza irresistible que emanaba de aquella joven, los demás soldados le infligieron a su camarada el trato que por lo general los hombres dispensan a las mujeres en el lecho.

Otra vez un anciano decrépito, que no la reconoció, le propuso un negocio:

—Si te regalo esta fíbula de oro ¿te acostarías conmigo?

Palas Atenea le arrebató la fíbula:

—Lo que harías en la cama ya lo hiciste. Y no volverás a hacerlo.

El anciano enmudeció para siempre.

Y otra vez un pirata tirreno, que supo quién era esa mujer de ojos de búho, le murmuró en el oído esta indecencia:

—Te apuesto a que mi falo puede llegar hasta tu boca sin necesidad de que tú dobles la espalda y te inclines. Si gano, ¿con qué me pagarás?

La diosa respondió:

—Te concederé la gracia de que, en lo sucesivo, sólo puedas beber tu propio néctar.

El pirata huyó a la carrera.



en El jardín de las delicias, 1992











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