Soñé que Roberto Bolaño golpeaba a mi puerta, me decía: “he
renunciado a Anagrama, sabes, no quiero más poema capitalista, prosa
capitalista, experimental capitalista; ni libros de poesía a velocidad
industrial. Me hartó la universidad privada del ego. Vámonos de una a las
poblaciones invisibles de la Belleza”.
Yo lo abrazaba, lo besaba,
le decía que era un niño precioso.
Luego nos sentábamos a planear el camino de los libros en
aquellos sitios que pensábamos como bibliotecas con pies.
“Escribamos un libro en movimiento y que sea entre todos,
total: ¿para qué la literatura?”, me dijo.
Y me entregó un nuevo corazón
el mío estaba roto.
en
Antología iberoamericana de microcuento,
2017
Homero
Carvalho, compilador
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