viernes, mayo 18, 2018

"Paisaje para un poema (o anotaciones en una libretita)", de Carlos Surghi

Fragmento






El paisaje no canta, no fija, no marca un ritmo animado; a lo sumo eleva una traducción en sus nubes erizadas de periodos silábicos que se evaporan; a lo sumo arrastra frases que disuelven lo real-inmediato –hace del mar un acuario para el poema, del campo, un corral para la prosa. Pero, ¿existe el paisaje? ¿No es resultado de lo ilimitado? ¿No es el paisaje en el poema un límite a lo ilimitado?

En su cama, Frost, antes de que caiga, escucha la nieve en el azul profundo de la partitura que el cielo, con sus instrumentos invisibles en las ramas, interpreta como una voz de noche. Y mentalmente, sobre el puente de su respiración, anota: ¿salir al frío paisaje de una tormenta sentimental, o pesar el miedo de las palabras que tampoco, bajo la tormenta, en los bosques de Nueva Inglaterra, quieren ser el centro de toda expectativa antes de dormir, y en sueños, escribir The way a crow / Shook down on me / The dust of snow / From a hemlock tree // Has give my heart / A change of mood / And saved some part / Of a day I had rued?*

Si se camina el paisaje, por caso a lo largo de un paseo de invierno, se sortea –inevitablemente, en ese dejarse ir– la suerte de sus sendas perdidas, los laberintos mentales de ramas, el estero del propio ánimo en espejo que hace al estar ahí del invierno. Hasta que en el ritmo de esa suerte, suerte de toda aventura –y no de la traslación a todo poema– se encuentra la conversación ininterrumpida de un zorro y una liebre explicándose la fábula de una hormiga y una cigarra bajo la nieve. Y todo –todo lo que podríamos oír en ese ir y venir de nuestra atención– se transforma en el oído atento al paisaje.

–¿Cómo suspender la atracción, el deleite propio de la especie, la alegría de la música, todo lo que hace del verano la estación perdida para el ocio, y no atender a la recolección, el índice acumulado de más y más ganancias que capitalicen en la cuenta del invierno, si el poeta no cuenta con la perseverancia, el trabajo, las antenas necesarias de la hormiga que sentencia a la cigarra? –¿Y cómo hacer para vivir sin la nostalgia de ese tiempo invertido en la pura distracción de los sentidos que hace a la voz del verano? ¿Con qué melancolía alimentar el invierno? ¿Cómo cambiar tan sólo un momento de trabajo por un momento de aflicción en la voz de la cigarra que también, alecciona a la hormiga al señalar que, solo siguió la enseñanza del paisaje?

Ser puro paisaje, pura atención a él; y así vencer la expectativa, el ansia, el mandato de la acumulación, la preocupación del hacer; y así también llegar al poema que explica qué vio en el verano la cigarra, qué añoró en el invierno la hormiga.

Seguir una forma a todo lo invisible, pero presente aunque se disuelva en su anticipación, ya sea como tormenta o nieve, a través del paisaje que levanta el poema.

El poema como lugar de las fabulaciones de la mente, como un paisaje interior sin adentro ni afuera.





en Orientaciones invisibles, Ediciones Dianus, Córdoba (Argentina), 2016














* “El modo en que un cuervo / Sacudió sobre mí / El polvo de nieve / Desde un abeto // Le ha infundido a mi corazón / Un nuevo ánimo, / Salvando una parte / De un día de pesar”. Todas las traducciones de Frost pertenecen a Enrique Luis Revol.
















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