jueves, mayo 31, 2018

"Niños", de Eleonora Finkelstein







1.

Igual que Ginsberg, Patti Smith,
yo también pensé que eras un chico.
Fue la primera vez que te vimos:
Allen en el Chelsea Hotel, en los 70, creo.
Yo, en una foto, la década siguiente.

Soñé que dormíamos juntas.
Me pegaba a tu espalda
y era la noche, como siempre,
algo parecido a una cabalgata.

Entonces, me despertaba para dibujar
un retrato tuyo con un lápiz negro.
Un lápiz como una rienda, que cuando quería
se volvía blanco para iluminarte el cuello.
Era un camino largo donde pasaban los caballos
galopando hacia tu cabeza sin salida:
en uno iba montada yo.

En ese mismo sueño me salía del cuerpo
y miraba de lejos mi nuca rubia con el pelo revuelto.
Estaba dormida sobre un papel que tenía tu cara de chico.

Al otro día y al otro, repetía tus gestos y tus actos.
Por ejemplo, me corté el pelo frente al espejo
con una tijera desafilada y un cuchillo de cocina.
El efecto fue grandioso: escribí algunos poemas.




2.

Por aquel tiempo besé a dos mujeres
las únicas de toda mi vida
(éramos solo niñas),
Blanca e Inmaculada se llamaban.
—Una de las dos afirmaciones anteriores es falsa—

También, para andar a tu ritmo,
tuve un novio gay tan guapo.
Un artista trágico, el más guapo.
Sus ojos eran igual de verdes
y abiertos como lagos.
Bautista se llamaba (vaya nombre)
y andaba traficando agua bendita.
—Una de las dos afirmaciones anteriores es verdadera—

Me adoraron, pero nunca fue suficiente.
Ellas lloraron por mí. Pidieron
por la salvación de mi cuerpo (¿o de mi alma?).
Él, como prueba de su amor, pasó una noche entera
acariciándome los brazos destrozados.
—Todo lo que afirmo es verdadero y falso al mismo tiempo—




3.

Estas son de las buenas historias de mi vida
y digo sus nombres para que me crean a pesar de todo.
Porque no era fácil seguir aquellos pasos.
El arte nos fregó, dijo Bautista en su lecho de muerte.
Blanca asintió: triste pero cierto. Inmaculada
se volvió negra, así, frente a nuestros propios ojos.
—Es verdad, lo juro, es falso—.

Éramos niños, querida, claro
y todavía no ha cambiado nada.
Seguimos creyendo en los milagros y somos
inestables como sueños. Hipersensibles:
estamos hablando de caballos.














1 comentario:

Josefina Delgado dijo...

Extraordinario poema.