No la emoción en sí
sino el cadáver de las emociones
No la plenitud del amor sino su pérdida
No la belleza de la mujer deseada
sino restos de un cuerpo que se pudre
un rostro disecado en la memoria
No el acto carnal en su sudorosa vibración
sino el eco de voces que retumban sin tregua
la sangre seca en el tejido de la piel
No la vuelta al pasado
sino la permanencia de los monstruos
No el vértigo de la invención
sino el agrio sabor de lo ya leído
No el encuentro del yo
sino el murmullo interminable de otros labios
No la viva experiencia
sino los imprecisos recuerdos de la vida
de un extraño: la autopsia del cadáver
de su pobre existencia, en palabras
en Tratado sobre los buitres, 2002
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