El
puente se alarga desmesuradamente
En
el cenit en el aire de lino fresco
La
ciudad ascendía girando hacia mí
Con
sus arterias recorridas por los grandes barcos
Desciende
ahora hacia el horizonte
Donde
alguien desaparece
Quizás
la viajera
Su
fuga deja sobre el vidrio deslustrado
Sólo
una lluvia de violetas negras
De
pronto el trineo se abalanza en medio de los bailarines
La
noche se abre
Sobre
las terrazas nacaradas de los personajes
Altos
inmóviles vestidos de niebla azul
Dirigen
la recolección cuyo derecho
acaba por fin de ser reconocido
Sin
límites el deseo se recrea
De
los frutos de la tierra a los frutos de las olas
Hasta
los maravillosos frutos de carne
En
un vergel hecho con todas las plumas del pájaro lira
Un
seno una estrella en una mano de hombre
Las
parejas se reflejan una en otra
Formando
una galería de fuego
Que
desemboca muy lejos en campo abierto
en Antología de la Poesía Surrealista (Aldo Pellegrini), 1961
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