lunes, septiembre 25, 2017

“La balada de Foster Wallace”, de Andrés Calamaro




 
Los suicidas literarios se ríen de mí,
de este antes y después de Foster Wallace.
Será cuando consiga leer La broma infinita,
cuando tenga el valor de llevarme al mar esas 1200 páginas.

Le pregunté a mi padre por los escritores suicidas
y me dijo «En Japón suicidarse no es gran cosa».
Espero que en Oriente nadie se haya quitado la vida
por el peso de la culpa de no leer las 1200 páginas de La broma infinita.

Pero recuerdo a Foster Wallace en la Gran Feria del Porno
y reír con su relato detallado del asunto.
El video para adultos efervescente frente a los ojos de David.
Me pregunto si Goliath habrá ganado la batalla.

Como sea, me siento culpable de no haberte leído.
Espero poder vivir con determinadas culpas.
Ya hay suficientes suicidas y algunos fueron buenos escritores.
Sé que la balada de Foster Wallace me espera un poco más.

No voy a mirar a los ojos de las langostas hasta leerlo.
Supongo que los libros saben esperar.
Voy a levantar una casa con mis propias manos
para leer La broma infinita y nadar en el mar.

Antes de que la culpa me alcance y me pida explicaciones
y solo consiga balbucear unas palabras antes de tragarlas,
tendría que sacar valor para abrir la primera paginita
de la balada infinita de David Foster Wallace.



en Portátil: Relatos, ensayos & materiales inéditos, 2016









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