lunes, julio 24, 2017

"Manual para tartamudos", de Gonzalo León

Fragmento




2 de enero de 2012

Estimadísimo:

Ya me di cuenta por qué hay tantos lisiados en el barrio: no todos sufren la misma clase de discapacidad; los menos tienen alguna extremidad amputada, otros, principalmente ancianos, caminan encorvados arrastrando la frente, pero la mayoría es gente con alguna lesión en la cadera. Hoy cuando daba un paseo por el barrio observé un inmenso bache en, no me lo vas a creer, calle Chile, pero no estoy hablando de un simple hoyo, sino de un hoyo de casi un metro de profundidad o más. Tú sabes que a veces exagero, pero no te miento si te digo que las personas y la locomoción que a esa hora circulaba por ahí esquivaban el bache. Si un colectivo llegaba a caer, lo más probable es que después del accidente no sirviera para nada, así es que ya puedes ir haciéndote una idea lo que le pasaría a un viejo o incluso a mí. Si exagero, no miento. El hoyo tenía más o menos estas dimensiones: un metro y medio de largo, medio metro de ancho y uno o dos de profundidad. Cualquiera que cayera ahí saldría lesionado, discapacitado, amputado. Sorprendido, me acerqué a un policía de la federal para preguntarle por qué no lo tapaban, y él muy suelto de cuerpo me dijo que ese hoyo lo tapaban una vez al año, y que el daño que le hacían los colectivos obligaba a repararlo periódicamente, aunque, agregó, la existencia del bache se remontaría a por lo menos ciento cincuenta años, cuando un ingeniero francés construía una zanja de cinco mil kilómetros de largo, que precisamente empezaba en lo que hoy es calle Chile y Combate de los Pozos, a sólo seis cuadras del Congreso. Según el policía, que a decir verdad más parecía un historiador (sus lentes ópticos, el tic de llevarse permanentemente la mano a la barbilla, tomarse un tiempo para hablar y empezar todo con un “mirá, esto no es de ahora” así lo indicaban), esa zanja dividiría la civilización de la barbarie de los indios. Pero en vez de aislar la barbarie lo que propició fue que las vacas que pastaban por ahí, ante la imposibilidad de saltar la zanja, se precipitaran dentro de ella, y una vez que caía una, caía otra, y con dos vacas el hoyo se tapaba y las vacas que las seguían se encontraban con un improvisado puente. Las atrapadas rara vez morían, pero quedaban incapacitadas, sufriendo una terrible agonía que concluía cuando los indios o los criollos las sacrificaban para hacer un asado. Por eso decía el policía-historiador que “esto no es de ahora” y que en otras palabras el bache no tendría solución aunque lo taparan con cemento de última generación (desconozco a lo que se refería con eso), porque algo pasaría y nuevamente se estropearía, y la gente caería y quedaría lisiada de la cadera o amputada de alguna extremidad. Como ves, hay algunas cosas que no tienen solución. Lo bueno es que esto no es de ahora, porque si fuera de ahora me entraría a preocupar. Amigo, sé que mis cartas han sido más espaciadas últimamente, pero por favor compréndeme, los “laburos” van bien y el día se me hace corto y parece que más que vivir el presente viviera otro tiempo. No es que me queje, aunque tú sabes lo bueno que soy para quejarme por todo, quiero decir: estoy bien, adaptándome a esta nueva realidad, procurando vivir, que no es poco, como solías decir. A propósito, no te he podido llamar: el locutorio pasa lleno los domingos, al parecer todos hablan ese día, es el más barato pero no el mejor para llamarte. Trataré de hacerlo en otro momento.




en Narrativa Punto Aparte, 2016



































No hay comentarios.: