domingo, junio 25, 2017

"Febrero", de Magdalena Camargo Lemieszek







A ti, a la voraz locura de quererte


Sobre la arena hay dos nombres que esperan ser borrados.
No han sido escritos todavía, pero conocen la cadencia del agua,
la rítmica oquedad que viene, va y que vuelve,
junto al claro poder de su sentencia.
Tú y yo estamos cerca como dos icebergs que naufragan.
Somos un bosque y una selva que no compartirán semilla alguna,
dos bestias que provienen de dos mares diferentes,
aunque fríos como la primera nieve del invierno,
y equidistantes en el mapa impreciso de los hombres.
Nos fue dada la distancia como un regalo de obsidiana:
una daga oscura que solo sirve para dividir estrellas y no la lejanía.
Yo conozco el cuarzo de estas horas,
tú, el cobrizo tono de un cuarto iluminado.
Tú conoces la canción que trazó el curso de mi vida,
Yo, el timbre de tu voz en la ternura,
pero de muy poco nos sirve todo eso.
Los árboles se levantan ya estériles,
la tormenta no termina nunca de caer,
y las criaturas olvidaron a su vez el orden de las estaciones.
Pero todo parece más simple en este espacio de vacío,
donde encontramos ese hilo delgado que nos une,
como una luz que está tentada siempre a apagarse,
como una pequeña dosis de palabras que no alcanzarán a ser dichas,
y donde todas las cosas cederán con el roce templado de su filo.


















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