En la primavera de 1958
Hunter S. Thompson recibió una carta de un amigo pidiéndole consejo, de
tal manera que el escritor redactó una carta sobre el significado y el
propósito de la vida. Es importante mencionar que en ese tiempo Thompson aún no
era el depositario de ningún tipo de fama, pero sus palabras ya tenían la
energía que lo convirtió en uno de los autores más celebrados del siglo XX. A
continuación incluimos la traducción de dicha misiva.
Querido
Hume…
Tú
pides consejo, ¡ah qué cosa tan humana y tan peligrosa! Pues dar consejo a un
hombre que pregunta sobre qué hacer con su vida implica algo muy cercano a
la egomanía. Asumir que se puede dirigir a un hombre hacia la meta máxima
y correcta, al punto de señalar con un dedo tembloroso la dirección
indicada es algo que sólo cometería un tonto.
Yo
no soy un tonto, pero respeto tu sinceridad al pedirme mi consejo. Sin embargo
te pido que cuando escuches lo que tengo que decir, concuerdes con que
todos los consejos son sólo un producto del hombre que los da. Lo que puede ser
verdad para uno, puede significar un desastre para otro. No veo la vida a
través de tus ojos, ni tú a través de los míos. Si fuera a intentar darte
un consejo específico sería como un ciego guiando a otro ciego.
“Ser o no ser, esa es la
cuestión. ¿Qué es más noble para el alma: sufrir los golpes y las flechas de la
injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades…?”. (Shakespeare)
De
hecho esa es la cuestión: si flotar con la corriente o nadar hacia una meta. Es
una decisión que todos debemos tomar ya sea consciente o inconscientemente en
algún momento de nuestra vidas. Muy pocas personas entienden esto. Piensa en
cualquier decisión que hayas hecho y que tuviera una influencia en tu futuro:
puede ser equivocada, pero no veo cómo podría ser cualquier cosa excepto una
decisión –aunque sea indirecta– entre las dos cosas que he mencionado:
flotar o nadar.
Pero
¿por qué no flotar si no tienes una meta? Esa es otra cuestión y es
incuestionablemente mejor disfrutar la flotación que nadar en la incertidumbre.
Entonces ¿cómo encuentra un hombre una meta? No un castillo en las estrellas, sino
una cosa real y tangible. ¿Cómo puede un hombre estar seguro de que no va en
pos de una “gran montaña de dulce”, una meta hecha de caramelo y azúcar que
tiene poco sabor y nada de sustancia?
La
respuesta (que es, en cierto sentido, la tragedia de la vida) es que
buscamos entender la meta y no al hombre. Ponemos una meta que demanda de
nosotros ciertas cosas: y hacemos estas cosas. Nos ajustamos a las demandas de
un concepto que NO PUEDE ser válido. Cuando eras joven, vamos a suponer que
querías ser bombero. Me siento razonablemente seguro de decir que ya no quieres
ser un bombero. ¿Por qué? Porque tu perspectiva ha cambiado. No es el
bombero quien ha cambiado, sino tú. Cada hombre es la suma total de sus
reacciones a la experiencia. Como sus experiencias difieren y se multiplican,
tú te convertirás en un hombre diferente y por lo tanto tu perspectiva cambia.
Esto sigue y sigue. Cada reacción es un proceso de aprendizaje sumamente
significativo, que altera tu perspectiva.
Así
que parecería tonto ajustar nuestras vida a las demandas de una meta que vemos
desde un ángulo diferente cada día ¿o no? ¿Cómo podemos esperar lograr algo más
que una neurosis galopante?
La
respuesta, entonces, no debe tratar de metas en absoluto, o al menos no de
metas tangibles. Tomaría montones de papel desarrollar este tema a
satisfacción. Sólo Dios sabe cuántos libros se han escrito sobre “el sentido
del hombre” y ese tipo de cosas, sólo Dios sabe cuántas personas han ponderado
el tema. (Utilizo el término “sólo Dios sabe” puramente como una expresión).
Hay muy poco sentido en que yo intente dártelo en un proverbial resumen,
porque soy el primero en admitir mi absoluta falta de certificaciones para
reducir el significado de la vida a uno o dos párrafos.
Voy
a alejarme de la palabra “existencialismo”, aunque puedes mantenerla en tu
mente como una suerte de clave. Quizá también puedas tratar de leer algo
llamado El ser y la nada, de
Jean-Paul Sartre, y otra cosita llamada Existencialismo de
Dostoyevsky a Sartre (de Walter Kaufmann**). Estas son meras sugerencias.
Si te sientes genuinamente satisfecho con quien eres y lo que estás
haciendo, entonces puedes olvidarte de esos libros.
De
vuelta a la pregunta. Como dije, poner tu fe en las metas tangibles, sería, en
el mejor de los casos, poco sabio. Así que no aspiramos a ser bomberos, no
aspiramos a ser banqueros, ni policías ni doctores: Aspiramos a ser nosotros mismos.
Pero
no me malentiendas. No quiero decir que no podemos ser bomberos, banqueros
o doctores, sino que debemos hacer que la meta sea: conformarnos con
el individuo, en lugar de hacer que el individuo se conforme con la meta. En
cada hombre, herencia y entorno se han combinado para producir una
criatura con ciertas habilidades y deseos, incluyendo una necesidad muy
arraigada de funcionar de tal forma que su vida tenga significado. Un hombre debe ser algo, debe importar.
Tal
y como yo lo veo, la fórmula va más o menos así: un hombre debe escoger un camino
que permita a sus habilidades funcionar
con un grado de eficiencia máxima hacia la gratificación de sus deseos. Al hacer esto, él está
satisfaciendo una necesidad (otorgándose, a sí mismo, una identidad al
funcionar con un rumbo fijo hacia una meta), él evita frustrar su potencial (al
escoger un camino que no le pone límites a su desarrollo personal) y evita
el terror de ver su meta languidecer o perder su encanto conforme se acerca a
ella (en lugar de someterse a las demandas que busca, ha sometido su meta a
adaptarse a sus propias habilidades y deseos). En resumen, no ha
dedicado su vida a alcanzar una meta predefinida, sino escogido una forma de
vida que sabe que disfrutará. La meta
es absolutamente secundaria: lo importante es el mecanismo que lleva a la meta.
Y parece casi ridículo decir que un hombre debe
funcionar en un patrón que él mismo ha elegido, ya que dejar que otro hombre
defina sus metas es renunciar a uno de los aspectos más significativos de
la vida: el acto definitivo de voluntad que hace a un hombre un
individuo.
Vamos
a asumir que tú piensas que tienes que decidir entre ocho caminos a seguir
(predefinidos, por supuesto). Y vamos a asumir que no puedes ver ningún
propósito real detrás de ninguno de los ocho. Entonces –y aquí está la
esencia de todo lo que he dicho– debes
encontrar un noveno camino.
Naturalmente
no es tan fácil como suena. Pues has vivido una vida relativamente estrecha,
una existencia más vertical que horizontal. De tal manera que no es muy difícil
entender por qué te sientes así. Pero un hombre que procrastina al elegir, inevitablemente verá que
esta decisión es tomada por las circunstancias y no por él.
Así
que si ahora te cuentas entre los desencantados, entonces no tienes otra
opción más que aceptar las cosas como son,
o seriamente buscar algo más. Pero
cuídate de buscar metas: busca una forma de vida. Decide cómo quieres vivir y
luego ve cómo puedes ganarte la vida dentro de ese modo de vida. Pero dirás:
“No sé por dónde empezar buscar. No sé qué debo buscar”. Y ese es el punto
medular. ¿Vale la pena dejar algo para buscar algo mejor? Yo no lo sé, ¿lo es?
¿Quién puede tomar esa decisión salvo tú? Pero aun si decidieras buscar, has avanzado un gran camino para tomar la
decisión.
Si
no paro me voy a descubrir escribiendo un libro. Espero que no sea tan confuso
como se ve a primera vista. Mantén en mente, por su puesto, que esta es mi forma de ver las cosas. Yo
pienso que esto es aplicable de manera general, pero quizá tú no. Cada uno
de nosotros debe crear su propio credo, éste es el mío.
Si
cualquier parte de esto no te hace sentido, por favor señálamelo. No estoy
tratando de ponerte “en el camino” en busca del Valhalla, sino simplemente
señalando que no es necesario aceptar las opciones que te da la vida tal y como
la conoces. Hay más en ello que eso: nadie tiene que hacer algo que
no quiere por el resto de su vida. Pero de nuevo, si eso es lo que
terminas haciendo, convéncete como sea de que debías hacerlo. Entonces tendrás
mucha compañía.
Eso
es todo por ahora. Hasta que tenga noticias tuyas de nuevo, sigo siendo tu
amigo,
Hunter
22
de abril de 1958
Calle
Perry 57
Ciudad
de Nueva York
*
Título acuñado por el editor de esta nota.
**
Paréntesis inexistente en texto original.
en Pijamasurf.com, septiembre 2016
No hay comentarios.:
Publicar un comentario