viernes, febrero 03, 2017

Presentación de A la misteriosa, de Robert Desnos, por Ramón Oyarzún







La literatura se afirma a sí misma, brilla en su claridad misteriosa que ella misma propaga y que cada obra literaria le reenvía y multiplica, como si hubiera una "esencia" literaria.

(Maurice Blanchot, El libro por venir)

Avant propós

            Los amigos de DscnTxt Editores (Holding Descontexto) tuvieron la amabilidad de invitarme a presentar el libro "A la Misteriosa", una antología de textos del poeta Robert Desnos, traducidos por Silvio Matoni. Sin mucha información sobre el tema, escribí este texto muy general y diletante a propósito de la literatura francesa y del trabajo del traductor.


            1. Letras y una idea general de cultura
           
            La poesía francesa, o más ampliamente, la literatura francesa, es inmensa - usando un eufemismo muy francés y ad hoc para situaciones que no podemos dimensionar, sea por su inmediatez o bien por su carácter o condición atemporal. A los escritores franceses (que gustan de los accordes -esto es, las coordinaciones y subordinaciones de las palabras en el orden oracional) saben que un hecho no es necesariamente consecuencia de otro en la realidad, cuestión con la que porfiadamente gustan de jugar para intentar a veces, forzar la relación lógica de sucesión y subvertir con esto el orden histórico, ignorando de paso a Aristóteles, quien ya anotaba esto como la diferencia entre literatura e historia (die tade / meta tade; algo que es consecuencia de un hecho -como en la ficción- opuesto a algo que sucede después de un hecho, como en la historia). Cuando contamos algo -sea un continne o alta literatura-, apelamos al consecuencialismo como factor aglutinante y atrayente; demostrado queda con la narración y su advenimiento que esto funciona, gusta; en parte porque, como saben los lectores de novelas policiales, permite deducir cosas; y gusta a los escritores pues permite inducir cuestiones en sus relatos. Tanto deducción como inducción quedan así subordinadas a la producción diegética, de historias, lo que acota sus potencias.
            Por el contrario, con la traducción no pasa esto, no puede ser subyugada por la producción al menos en su contenido, que depende de algo dado, digamos a priori, obviamente, el texto que será traducido y sus lenguas de origen y destino. Con esto en mente, detengámonos y reflexionemos brevemente -si fuera posible- en los contextos: pensemos en la inmensidad de Francia y su navegar histórico: qué maravilla el brillo mancomunado entre voluntad y narración histórica en sus fundamentos nacionales. Esta narración, aunque portentosa,  no queda claro que funcione. Está la francofonía, la cultura francesa y la idea de la grand france o la unidad cultural entre los territorios franceses en el continente europeo y ultramar. Al día de hoy, en sus manifestaciones artísticas que sirven tanto de justificación como excusa, Francia se propone sosteniendo su "identidad" basada en la música, el deporte y la lengua como bases de la cultura. Sin embargo, en la lengua la identidad del francés ya peligra desde que se emite un parisino mientras que a quien quiera que empiece a estudiar en l´áliance (institución oficial de enseñanza del francés en el mundo) se le impone el correctísimo "oui". Por otro lado, la capital cultural de esta nación de ultramar ideal no tiene siquiera un equipo de fútbol propio nacido del pueblo, ni menos logran ponerse de acuerdo en el continente cuál será su deporte nacional (para los quebecquois es el hockey). Y ni hablar de grandes compositores de ópera franceses, con todos los teatros y conservatorios de allá, cuesta encontrar alguien que conozca otro que no sea Bizet). Pues como vemos, el tema no está desprovisto de complejidad e indeterminación. Para avanzar hacia el comentario de una traducción de Robert Desnos,  a la literatura, o al uso del lenguaje poético, me ocuparé algo más acotadamente de la actividad literaria y la poesía propiamente.        


            2. Poesía lírica (francesa)

            Desde Grecia, aunque también y antes, desde Ur en Babilonia donde sucede la primera firma autoral de un poema (el que interroga por Inana); y paralelamente, casi, en los Uppanishads, y también, de nuevo, en el más lejano oriente con el libro del Ch´u´tzu (donde el shamán taoísta con su Canto a la dama del río, expresa su interioridad sentimental) hay poemas que se vienen ocupando de la misteriosa. La tradición crítica que gusta distinguir o clasificar al menos, ha sacralizado la idea de esta poesía íntima que canta al sentimiento amoroso y su misterio como poesía lírica. En las lenguas provenzal y de Oc los bardos de antaño cantaron y concibieron en esta línea el así llamado amor cortés; la lengua francesa, que surge con la unificación de varios países en un reino, tiene en los versos coloquiales de Francois Villon a Notre Damme de París sus primeras muestras. Desde entonces tenemos la continuidad de una poesía lírica francesa. Continuidad como actualidad en la cultura, claro. Para descubrir la actualidad de Villon, tenemos el testimonio de la catedral en medio de la Isla, las versiones de Georges Brassens de los poemas del coloquial Francois, etc. Claro que la historia de la poesía francesa no solo está llena de historias y de personajes que la pululan y la convierten en una mitología enorme; siguen a Villon (sin ser menos) el grupo de poetas de la Pleyade, renacentistas que aprovechan de revolucionar la lengua y poesía francesa y de paso fomentan una crítica literaria que hasta hoy goza de buena salud (acaso la más pujante en cualquier lengua); aunque se me podría acusar de consecuensialista, atizbo en Ronsard y los también así llamados del puente, el germen de lo que habrá en Bretón y los de la revuelta surrealista.
            Siendo muy sucinto, diré que luego del renacimiento y especialmente durante el romanticismo, la lírica gala sufre los embates de la crítica internacional que ve en Francia y su tradición algo que necesariamente decae. Los philosofs ilustrados habían dejado el lenguaje no solo girado hacia una prosa poética difícil de igualar sino que habían abordado temas de interés público con una intensidad nunca antes vista; situados en el alba de la modernidad, las enciclopedias y los tratados sobre el alma y la política asaltan a la poesía lírica que no remontará sino con el giro baudeleriano, momento donde revivirá en su brillo misterioso a una que pasa; y claro, los parnasianos y simbolistas vuelven a leer a los pleyádicos, principalmente las traducciones o mejor "digestiones" (para usar la terminología del célebre du Bellay) que hicieran estos de Horacio, Ovidio, la tragedia griega… si no, ¿cómo entonces Rimbaud reescribe Ad leuconaem titulándola Una temporada en el infierno?   


            3. Lírica francesa y vanguardia artística

            Verlaine, Lautremont, Mallarmé, (al menos ellos), imperceptiblemente, cimentan el advenimiento de una nueva poesía lírica. Cuando los herederos de estos líricos leen Un golpe de dados y después escriben "debemos superarlo", es clara su búsqueda, pero también es de toda evidencia que están leyendo, y con gusto, esa poesía, y la anterior. La continuidad vendrá a repoblarse de mitos, Apollinaire como el soldado desconocido, Cendrars como el vagabundo del mundo entero, vanguardias y más bien actos vanguardistas públicos. En privado, los escritores, escriben.
            La vanguardia francesa de la que participa Desnos es revolucionaria, es surrealista. Robert, por supuesto, más enterado o tal vez más mediumnicamente conectado se da cuenta rápidamente, a sus  tiernos 20 años, que una "revolución" no llevaría a la poesía de principios del siglo 20 a los estantes de  los lectores curiosos del siglo 21. Reacciona, sin duda, contra Nerval, los parnasianos y la pléyade también, pero lo hace de manera que sus lectores podamos respetar su ánimo y su proyecto. Será gracias a estos poetas surrealistas que la lírica francesa goza de buena salud en sus cantantes, desde Francis Cabrel cantando Rimbaud, Zaz versionando a Valery,  hasta los punk parisinos de Berret noir y sus versiones de Mallarmé. La oralidad de la poesía en Francia es una realidad cotidiana que no requiere nombres como el comercial Spoken word estadounidense, sino que se hace en cafés y en asociaciones de admiradores fanáticos los que replican sus lecturas de los poemas emblemáticos en plazas, cafés, medios digitales y partout. Para que surja una poesía nueva es necesario este respeto que señalaba, y que Robert Desnos pone en el centro de su poesía. Respeto en el sentido de volver a mirar. ¿Qué querrá decir re-spectare, entonces, en una traducción?  
 

            4. Traducción
           
            Traducir (digamos, desde el francés literario, aunque sí más amplio, no excluyente) hoy resulta casi imposible sin reflexionar sobre Walter Benjamin y el texto donde hace una presentación de sus propias traducciones de Baudelaire: La tarea del traductor. Abogando por una traducción transparente, que permita a la lengua de origen fluir hacia el lector al tiempo que enriquece la lengua que recibe la traducción, el traductor se convierte en un vehículo de al menos cuatro cosas: primero, la(s) tradición(es) (doble en todos los casos), esto es, la traducción deviene una acción pública, compartibilidad interesada de ideas atraídas desde un afuera cultural, desde un otro. En parte colonialismo, en parte exploración de lo desconocido. Así, en segundo lugar, tenemos que traducir es ser responsable de un lenguaje que debe hacerse huésped y ser hospitalario al unísono. En este punto aparece la propiedad de la traducción que nos permite extenderla productivamente más allá que la mera producción diegética. La traducción es un acto político de paz perpetua y un acto íntimo de amor y seducción. En tercer lugar está la fractura propia de un concepto o una idea en la palabra a la que fue vertida originalmente (los griegos usaban metaphora para el concepto de traducción, y nosotros desde nuestro sistema nominal -de reglas- actual, usamos e investigamos la metáfora como forma de pensamiento, sensación y percepción; en breve, desde los positivismos filosóficos, somos en el mundo por decirlo así, y notamos, gracias a investigadores como Michale Reddy y George Lakoff, que la lengua es completamente metafórica, no solo en parte; esto es, la lengua re-crea siempre -aunque antes también, con la Kabala o con el tantrismo, las sílabas o sonidos son el origen de la realidad, mejor, son la realidad-). Finalmente, el traductor es el recolector de este universo que estuvo contenido en una vasija que fue rota y amorosamente, respetuosamente, vuelve a construir la vasija uniendo los pedazos. Esta parte es donde reside la actividad mágica, la misteriosa.
            Voy a aprovecharme de esto último para contar un cuento que los sufís usan para explicar el concepto baraka. El cuento lo reproduce Idries Shah en sus historias del Mulá Nasrudín, y también Alan Watts en una de sus conferencias sobre Taoísmo; anteriormente aparece en el Lie Tsu una versión parecida que no se refiere a baraka pero sí a la magia cotidiana. Pues bien, el cuento:
            Hace mucho tiempo en un país muy lejano, un comerciante regresó del lejano oriente con una vasija de porcelana que consideraba bellísima. Ufano, invitó a un amigo a tomar el té. Le sirvió, por supuesto, en la vasija, esperando elogios. Después del té, el amigo se levantó y se fue sin mencionar para nada la pieza de porcelana. Enfadado, el comerciante arrojó la vasija al suelo destrozándola. Tiempo después murió el comerciante y el amigo visitó al hijo para darle su pésame. En la casa del hijo vio la vasija quebrada que había sido reparada con oro. Entonces comentó elogiosamente al hijo cuán bella era ahora: antes, cuando  tu padre me la presentó me pareció muy hermosa, ahora me parece perfecta, ahora tiene baraka.  


            5. Traducción al español

            ¿Qué es pues baraka?, ¿será acaso la reconstrucción o la familiaridad con el objeto lo que confiere una propiedad misteriosa a este, que en una lengua se explica como la acción del hombre y su relación privada con la cosa?
            Idries Shah y Allan Watts llegan al español traducidos desde el inglés. Problema doble desde que ellos presentan a su vez la traducción de un concepto desde el árabe al inglés. Si somos acríticos como ellos, no investigaremos más. Pero basta desempolvar superficialmente el diccionario para notar que baraka llega al árabe desde otra cultura (sabemos además que el árabe como lengua escrita, no es sino un sistema de anotación aglutinante de varias lenguas que pueden hacerse calzar en una escritura-dominadora). Entonces, el subalterno, la lengua dominada, la vida que viaja por debajo de la cultura, de esos conceptos, es lo que interesa. Interesa en la medida que para develarla no existe un método, no hay un camino, pues como señala Wittgenstein los límites del lenguaje son los límites de mi mundo; es decir, no podemos interrogar al lenguaje más allá de sí mismo, y sus corrientes subterráneas o bien se quedan ahí, en nuestros sueños e ilusiones histórico - finalistas (sí, una línea recta o una espiral…) o bien no importará, es mejor así, tengamos nada más que el presente: yo-aquí-ahora. Si nos fijamos bien, ni siquiera ese yo-aquí-ahora es productivamente interrogable. Es más bien una característica de toda lengua, de todo concepto, su imposibilidad de determinación. En nuestro español americano, es claro, una potencia.
            Pensemos pues en nuestra lengua: nuestra lengua, el español de América. Una primera idea puede ser concebirla como lengua dominadora, impuesta, colonizadora, que viene a ahogar otros mundos. O bien, en contra de esto, nuestra lengua, el español, se fractura y aúna en la incesante esperanza de unión que puede conducirse (diré que solo de manera privada) como un hilo de oro que cementa  la vasija.
            Y buenamente, llegando al final, tenemos que se ha ensayado una traducción. Y la tenemos acá, frente a nosotros. Alguien ha llegado a unir los pedazos de la vasija. Y ese alguien ha sido editado en Chile, en el siglo 21. Y que no desespere el ávido y curioso lector, por unas rupias, ese ejemplar puede posarse en su estante y completar la felicidad piojosa y tifoídeca del bueno de Robert Desnos.
            Los libros, es claro, se hacen mancomunadamente hoy: revisar las causas y condiciones de su producción, qué los origina, sostiene y engendra, es inmenso. Somos todos. Quiero poner de relieve acá que son principalmente los lectores. Ergo, nueva pregunta: ¿Quiénes leen poesía?


            6. Antología
           
            La edición de A la misteriosa, bellamente realizada por los dj Matoni y Descontexto Editores, respeta el interés vanguardista por la poética. Parece que, al menos desde la época de las vanguardias, la poesía estuviera bajo constante bombardeo. Como hemos visto, un ataque a las poéticas es propio de la cultura, de la lengua y de los escritores, que al leer a sus predecesores los instrumentalizan para saltar por sobre ellos hacia nuevas profundizaciones del arte. Estos ataques alimentan la literatura. Sin embargo hay otras diatribas que se pueden ubicar epocalmente y poco aportan. No hace mucho leí en redes sociales, (aparte, qué vicio de ventanas más cansado, pero en fin), la milésima admonición contra las excusas para no leer poesía. Como si alguien necesitara una excusa para dejar de leer o no leer de frentón. Conozco personas que no leyeron más de un libro en toda su vida adulta, y van de lo más felices por la vida: comentan la actualidad, votan cuando corresponde participar políticamente, se involucran en la vida pública en la medida de su interés, poder y necesidad. Esto es más de lo que puedo decir de muchos lectores abúlicos en lo social, pero grandes lectores. Es que la lectura -y la lectura de poesía tal vez más, pero para qué distinguir a estas alturas- es (para decirlo con un latinazgo iusnormativo) prima facie una acción pública. Se justifica esto porque la cultura se mira, como hemos dicho -lengua, música, deporte- como bien público. Esto es al menos problemático en relacionado con A la misteriosa. Inserta en el volumen de autoantología que hiciera Desnos Cuerpo y bienes, no podemos sino aceptar que a Robert algo le interesaba de esto. La pregunta por el cuerpo y los bienes se la hace primero Sócrates en la Apología, en relación a la muerte. ¿Es la muerte un mal o un bien? (la muerte, por supuesto, del cuerpo en cuanto espacio de presencia). No sabemos, no podemos saber, no tenemos idea. Podría ser un fin o un principio, nadie lo sabe. A esto va la pregunta de la lírica, cuando es verdadera. Ser verdadero tanto con uno mismo como con los otros es la interacción de lo público con lo privado, donde habrá de primar la ley, y esto viene siendo así, por fuerza o por razón, desde el mismo Sócrates. El cuerpo se somete al bien mayor, es decir, lo conocido, lo que podemos compartir, lo que podemos acordar, lo que escogemos llamar público. En cambio, A la misteriosa, libera o pone en realce, lo privado, lo íntimo, lo que no podemos conocer porque no requiere verificación, solo y simplemente es: el lenguaje, la iluminación; Por eso A la misteriosa está puesto en el centro de Cuerpo y bienes, para recordarnos que respetemos, que a pesar del helenismo, que antes y más allá, que a pesar de las excusas febles y relativas que dicen que hoy no se lee poesía (cuando al menos en cifras, es hoy, en la historia del mundo -no consecuencialmente pero sí evidentemente por una cuestión de masa crítica-, sin duda, el momento histórico cuando más poesía se está leyendo),  la actividad de la poesía no es una actividad electiva: la poesía nos elige, señala a sus lectores por la mágica posibilidad de compartir destellos de interioridad, profundamente humanos, más allá del tiempo. Pero, eso sí, no todo es ni podría ser poesía.   





Texto leído el 23 de noviembre, 2016




















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