Un cuervo voló hasta el árbol frente a mi ventana.
No fue el cuervo de Ted Hughes, ni el cuervo de Galway.
O el de Frost, o el de Pasternak, ni el cuervo de Lorca.
O uno de los cuervos de Homero atestados de sangre derramada
después del combate. Este era sólo un cuervo.
Que nunca encajó en parte alguna de su vida,
ni hizo nada digno de mención.
Se posó durante algunos minutos en la rama.
Luego continuó y hermosamente voló
fuera de mi vida
en Where water comes together with other water, 1985
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