lunes, noviembre 23, 2015

“Por favor, no más poesía”, de Derek Beaulieu








La poesía es el último refugio de lo poco imaginativo.
La poesía tiene poco que ofrecer
fuera de la poesía misma. Los poetas eligen ser
poetas porque no tienen el impulso
de ser algo mejor.
Los lectores son aforismos de un libro.
Toda la mala poesía surge de sentimientos genuinos.
Ser natural es ser
obvio y ser obvio es ser poco artístico.
La poesía, lamentablemente, sabe que es
poesía,  mientras que la escritura
no siempre sabe que es escritura.
El arte es una conversación, no una oficina de patentes.
Los poetas, en una ignorancia supina
acerca de la capacidad de compartir – al
contrario de acumular – sus textos, están ignorando
potencialmente la innovación
artística más importante del siglo XX: el collage.
¿Qué está en riesgo? Nada excepto
por su propia obsolescencia.
Si no compartes, no existes.
Esperamos de los gásfiter, electricistas, ingenieros y médicos,
que tengan tanto
un vocabulario específico y especializado,            
como también que estén en la
vanguardia de los nuevos avances
en sus respectivos campos,
pero despreciamos a los poetas que hacen lo mismo.
Los poetas son juzgados ahora no por la calidad
de su escritura sino por la
infalibilidad de sus opciones.
No haber sido popular en la educación media
no es razón suficiente para
publicar libros.
Los poetas inmaduros imitan, los poetas maduros roban.
En teoría, no hay diferencia entre teoría y práctica.
Pero, en la práctica, sí la hay.
La reglas son pautas para gente estúpida.
En poesía celebramos la mediocridad e ignoramos la radicalidad.
La poesía tiene más que aprender del diseño gráfico,
la ingeniería, la arquitectura,
la cartografía, el diseño automotriz,
o de cualquier otro tema, que no sea poesía
propiamente tal.
No se le debiera decir a los poetas que escriban
sobre lo que saben. Ellos no saben
nada, por eso son poetas.
La Internet no es algo que desafía quiénes somos
o cómo lo escribimos es quienes
somos y como escribimos.
Los poetas – al ser poetas –
son simplemente los últimos
en darse cuenta de este hecho.
Si escribir un poema es inherentemente trágico,
es porque es difícil creer que el
autor no tiene nada mejor que hacer.
Es inherentemente trágico porque todavía
elegimos una forma anticuada
como medio de argumentación.
Si tuviéramos algo que decir, ¿elegiríamos el poema
–con su audiencia fragmentada
y su falta de diversidad cultural–
como escenario para anunciar esa opinión?
Por favor, no más poesía.



Traducción de Carlos Soto Román

en Seen of the Crime: Essays on Conceptual Writing, 2012








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