jueves, noviembre 26, 2015

“El ser indiferente nada es”, de Georges Bataille








I

Un sombrero hecho de muerte
La escarcha, hermana de un sollozo alegre.

La blancura del mar y la palidez de la luz
arrebatarán los huesos

La ausencia de la muerte
me sonríe.



II

El cuerpo del delito
es el corazón de este delirio.



III

Las leyes del sabor
asedian la torre de la lujuria.



IV

El alcohol de la poesía
es el silencio difunto.



V

He vomitado por la nariz
el cielo telaraña
mis enflaquecidas sienes
terminan de adelgazarlo

Estoy muerto
y los lirios evaporan el agua destilada
faltan las palabras
y, finalmente, falto yo.



VI

Las palabras del poema, su indocilidad, su número, su insignificancia, conservan en el corazón el instante impalpable, beso lentamente la boca de una muerta, dejo mi aliento suspendido en lo que ya nada es.

La transparencia del ser amado, milagrosa indiferencia, lo que extravía, extraviado en el cristal incontable de la luz: no pensar en ello nunca más.



VII

El relámpago mata
torna los ojos
el gozo borra el gozo

Borrado
cristal de muerte helado
oh, cristal resplandeciente
de un fulgor que se rompe
en las crecientes sombras

Soy lo que no existe
abro los dientes mezclados
de los muertos
y el rechinar de la luz
que me embriaga
con el abrazo que se ahoga
el agua que llora
el aire muerto
y el alma del olvido

Mas nada, nada veo
ya no río
pues a fuerza de reír
me transparento



en Lo arcangélico y otros poemas, 1999

Traducción de Mario Spachiaro







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