viernes, octubre 16, 2015

“Diario del primer adicto al tabaco del viejo mundo”, de Alan Meller









13 de Octubre de 1492
Ayer proclamamos la posesión de estas tierras a nombre del Rey. Fue un acto absurdo. Éramos siete españoles, cansados, con hambre, con sueño, alrededor del Almirante que sostenía la bandera real. Un centenar de hombres y mujeres desnudos, con piel del color de los canarios, nos miraban desde la distancia, sin entender nada. Los más pequeños se me acercaban para tocar mi barba. El Almirante les decía a esos rostros curiosos que de ahora en adelante esas tierras le pertenecían al Rey de España. ¡Pero qué imbécil! Cualquiera podía darse cuenta que no entendían el castellano y que nunca habían escuchado hablar de ese parásito.


25 de Octubre
Lo único que buscan mis compañeros es oro. Me tienen podrido. Con Luis estamos intentando enseñarle castellano a uno de los chicos de la isla. Luis habla muchas lenguas, por eso vino con nosotros, y dice que la de estos indios no es como ninguna que haya escuchado antes. La gente de la isla no para de traernos regalos, papagayos, azagayas, hilos de algodón.


1 de Noviembre
Alguien le fue con el cuento a Colón de que Luis y yo estamos aprendiendo la lengua de los tainos. Si apenas sabemos tres palabras: canoa, hamaca e iguana. Colón quiere que vayamos con Luis hacia el interior a ver si conseguimos información acerca del paradero del Gran Khan. Yo no creo que estemos en Asia. He leído los diarios de Marco Polo -¡me los prestó Colón!- y los mares orientales que él describe no se parecen en nada a este paraíso. Pero mi opinión da lo mismo, por eso me la guardo entre estas hojas. Mañana partimos al interior.


3 de Noviembre
Un grupo de jóvenes tainos nos acompañaron. Encontramos una aldea bellamente dispuesta en la selva. Allí tienen cultivos de frutos y vegetales que nunca había visto. Incluso había un grupo de hombres que bebía el humo de unos rollos de hojas secas, que ellos llaman cogiba. Bebían el humo y luego lo dejaban salir por nariz y boca. Notaban mi asombro y se partían de la risa. Me ofrecieron probarlo. Me lo pusieron en la boca y me hicieron el gesto de respirar profundo. Hice mi parte y todo el cuerpo se me impregnó de un olor y de un sabor que no conocía y que podía sentirlo no sólo por fuera sino también por dentro de mi cuerpo. Durante unos segundos la cabeza me dio vueltas, pensé que perdería el equilibrio y Luis, que estaba a mi lado, me preguntó si me sentía bien. Respiré profundo y la sangre me volvió al cuerpo. Pedí un poco más de ese rollo y le convidé a Luis. Luego nos enseñaron un pequeño tubo con el que aspiraban un polvillo. Al tubo lo llamaban tabaco y, al parecer, el polvillo estaba hecho de la misma hoja que los rollos pero molidas. A pesar de que los tainos no conocen el castellano, tienen facilidad para hacerse entender.


6 de Noviembre
Hoy hemos vuelto a la Santa María. Tuvimos que explicarle a Colón que nadie había escuchado hablar de ninguno de los Khan. Colón quedó angustiado. Me imagino que estaría pensando en lo que les diría a los Reyes cuando se viera en la necesidad de confesarles que nunca llegó al Asia. A mí ya no me quedan dudas. No sé dónde estemos pero no he visto a los monstruos caníbales de los que habla Marco Polo. Con Luis tuvimos que esperar a que todos estuvieran durmiendo para beber uno de los cogibas.


9 de Noviembre
Martín Pinzón nos descubrió aspirando las hojas molidas con el tabaco. Le dimos a probar y nos dijo que ésa era una medicina del demonio. Nos prohibió volver a usar el tabaco. Intenté explicarle que ése era el nombre del tubo para aspirar, no de la hoja seca, pero no hubo caso. La voz de que con Luis teníamos una sustancia prohibida se dispersó como el humo de los cogibas y en la tarde el resto de la tripulación nos vino a pedir tabaco. Aspiramos el polvo y bebimos el humo de los rollos de hojas. Algunos vomitaron, otros tosieron hasta escupir sus pulmones, uno incluso se desmayó. Hace mucho tiempo que no reía tanto.


15 de Noviembre
Desde que Pinzón llamó tabaco a las hojas que aspirábamos y no al tubo con el cual las aspirábamos ya nunca más los pudimos sacar del error. Desde que las prohibió que todos desean probar un cogiba. Yo ya no me separo más de estas hojas. Me han hecho un hombre más feliz.


15 de Enero de 1493
Colón ha decidido volver a España. Luis ha decidido quedarse. La Santa María también se queda. Yo he decidido llevarme lo máximo que pueda de esas hojas de tabaco. Ya no me importa cómo se llamen esas hojas en taíno, lo único que me importa es que cuando les pida tabaco, ellos me entiendan que les pido estas hojas que han llenado mi cuerpo de claridad y energía.


30 de Marzo
He vuelto a mi amada Ayamonte. La gente del pueblo me considera un héroe. Estoy intentando introducir el tabaco en mi pueblo. Estoy seguro que podré hacer buenos negocios con estas hojas. Cada tarde salgo a caminar por la plaza mientras me bebo el humo de unos de mis cogibas.


10 de Abril
¡Horror! ¡Me han acusado de satánico! Me han abierto un juicio en los juzgados inquisitoriales pues según los clérigos sólo Satanás puede conferir al hombre la facultad de expulsar humo por la boca.


15 de Abril
He sido condenado a tres años de cárcel por beber mis hojas como Satanás. Me han llegado noticias de Luis. Sigue en las islas. También está preso, él por intentar convencer a los nativos que no abandonen a sus dioses, que Satanás no existe. Colón dijo que intervendrá por nosotros, pero no lo creo, está obsesionado con encontrar oro en esas tierras.


15 de Abril de 1496
Hoy he salido libre. Después de tres años, tres años sin beber un solo cogiba. En la prisión pensé que así sería el resto de mi vida. Pero, ¡oh! sorpresa, al salir he notado que todo el pueblo de Ayamonte, y no solo Ayamonte, sino la España completa y hasta toda la Europa se ha obsesionado con el tabaco, hasta los clérigos lo mastican y la nobleza lo fuma (ahora tienen hasta un verbo para ello). Me he enterado que los tainos han sido esclavizados, trabajan todo el día produciendo tabaco para la Corona y el clero, el único Satanás real. Incluso les cobran por fumar sus propios cogibas. Pobres hombres, nos han regalado sus más preciados tesoros a cambio de su propia desgracia. Ya no tengo dudas, nuestro viaje ha abierto las puertas de su infierno.



2015






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