jueves, junio 25, 2015

"La voz de Gardel", de Manuel Luis Martí





Se puede conjeturar con bastante seguridad que, al ser Carlos Gardel el creador del tango canción y su mayor exponente, casi todos los cantores de tango han sido influenciados por su personalidad y sus características musicales. Pero, ya desde el comienzo, hubo diferentes caminos para la interpretación del tango que correspondieron a contemporáneos de Gardel, tales como Agustín Magaldi, Ignacio Corsini y Charlo, quienes tuvieron a su vez seguidores en relación a estilo, técnica y actitud frente a la música. De todas formas, las condiciones de Gardel eran tan extraordinarias que ninguno de ellos pudo alcanzarlo con plenitud, sin tratar de disminuir la estatura artística de los mencionados cantores.

En primer lugar, Gardel poseía una impostación natural; esto significa que para cantar no necesitaba “colocar” la voz; cantaba como hablaba, con muy poco esfuerzo, aún con un volumen significativo: Se cantaba sin micrófono y en ámbitos amplios como teatros y salones, en muchas ocasiones con gente conversando y ruidos agregados. Recién en 1935, Jean Sablon, el chansonnier francés, utilizó por primera vez un micrófono para cantar en un teatro, por lo cual fue criticado. Gardel, sin embargo, utilizó el micrófono en los Estados Unidos.

La impostación natural no es muy frecuente, la mayor parte de los grandes cantantes líricos “colocan” la voz para poder emitir su canto. La impostación natural va acompañada a menudo por el oído absoluto: cuando el cantante comienza la frase entre directamente en la nota y el tono, sin indecisiones o titubeos. María Callas y Luciano Pavarotti son los dos ejemplos más claros de estas cualidades entre los cantantes líricos internacionales; entre nosotros, Mercedes Sosa y Nelly Omar perteneces también a esta élite de artistas de la que Carlos Gardel es asimismo un ejemplo muy claro. Estas cualidades van acompañadas por la afinación, es decir, el cantar entonando con perfección los sonidos, tal como están escritos. En este sentido, Gardel tenía una afinación perfecta y no es posible encontrar una nota desafinada en la vasta discografía que nos legó, cualquiera fuera el tipo de canción que encarara. Esta cualidad gardeliana fue corroborada por Arturo Toscanini quien señaló que sólo Gardel y Bing Crosby no desafinaban.

El registro de su voz era el de barítono, subclasificado como barítono brillante. La voz de barítono es la que ocupa el lugar medio de la escala musical y se encuentra entre las de tenor y bajo. La voz de barítono va del LA 1 al SOL 3, en tanto que la de tenor alcanza al DO 4, tomando en cuenta el LA del diapasón, que es LA 3 = 435 períodos por segundo. La frecuencia del sonido está determinada por la vibración de las cuerdas vocales. Gardel llegaba cómodo al registro de tenor con voz plena, sin recurrir al falsete. La tesitura, es la cualidad que determina la altura propia de cada voz; la de Gardel superaba algo las dos octavas lo que le permitía alcanzar el registro de tenor. A este tipo de barítono se lo denomina barítono brillante.

En el comienzo de su carrera, Gardel tiene numerosas canciones con la voz de tenor, pero su naturaleza de barítono hace que suene muy bien en razón de los armónicos que le presta al registro. En sus primeras grabaciones con Taggini, figura como tenor. Un caso similar es el de Plácido Domingo, quien naturalmente posee un registro de barítono con tan amplia tesitura que toda su carrera la realizó como un tenor extraordinario, aunque “colocando” la voz. Pero la carrera significativa de Gardel está realizada con su registro de barítono, incluso en el dúo con José Razzano, Gardel canta la segunda voz, como contraparte de la voz aflautada de su compañero, aunque al final debe tomar la primera voz por las falencias vocales de su partenaire. En cuanto a la categoría vocal según la intensidad o potencia, la voz de Gardel era de una potencia intermedia. La voz común tiene una potencia menor a 80 decibeles (db) en tanto que la de gran ópera alcanza los 120 db o más; la de Gardel tendría unos 100 decibeles, quizás algo más, ya que podía cantar sin esfuerzo en salas de cine que habitualmente tenían de 16.000 a 30.000 metros cúbicos. La intensidad depende en gran parte de la capacidad pulmonar y del débitop de aire durante la espiración. El aire o “fiatto” es el que determina asimismo la línea de canto, la duración de los períodos y el sostenimiento de la voz. Es muy probable que por las cualidades de su voz Gardel podría haber cantado hasta avanzadas edades sin perder las características que lo hicieron famoso. Su maestro Bonessi manifestó que si hubiera vivido cien años hubiera seguido cantando. Una cualidad manifiesta era la relajación con la que cantaba, lo que se apoyaba en una respiración perfecta que tenía también como don natural. Se dice que se nutrió de los cantantes líricos que escuchaba entre bambalinas en los teatros del centro, lo cual es probable.

En sus incursiones en el teatro , como partiquino, había conocido bien a Sagi Barba, un cantante español de zarzuela, y es conocida asimismo su amistad con Titta Ruffo. Al comienzo de su carrera, Mochetti, un napolitano canzonetista, le dio algunas lecciones de respiración y vocalización. Es probable que el repertorio canzonetístico, que conocía muy bien, haya tenido influencia en el estilo de Gardel al cantar tangos. Alguna vez cantó canzonetas, lo que fue muy criticados por Carlos de la Púa en un artículo periodístico. Se cuenta que en 1915, en un viaje en barco a Río de Janeiro con Razzano, Enrico Caruso lo escuchó y se lamentó de que no se dedicara a la lírica. Bing Crosby, el gran baladista norteamericano, manifestó que Gardel poseía la cuarta dimensión del canto, que es la de hacer sentir a sus oyentes. Eddi Cantor, por su parte, manifestó que la voz de Gardel era una de las más hermosas que había oído. En Buenos Aires, Gardel tuvo como maestro a Eduardo Bonessi que le transmitió nociones de vocalización, y al que consultó durante toda su vida. En los Estados Unidos, la Paramount le pone un maestro, que agrega alguna enseñanza pero, a esta altura Gardel era un cantante completo y con un estilo único. Es probable asimismo que la cantante francesa Ninón Vallin le diera algunas clases de canto durante su estancia en París. Para esta época, se hace más notable la desoclusión de las “n” y, en menor medida, de las “m”, que ya había comenzado con anterioridad. Este ardid es utilizado con frecuencia por los cantantes líricos y tiene por objeto neutralizar la nasalización del sonido, al trasponer la consonante nasal en “r”, lo que ha permanecido como característica de su canto. Algunos cantantes posterior también lo adoptan, el más conspicuo: Edmundo Rivero. Ignacio Corsini, por su parte, se sentía incómodo con las “r” finales y las trasponía a “l”, como se puede comprobar en numerosas grabaciones de este personal cantor. La impostación natural y la respiración equilibrada hace que Gardel tenga una línea de canto sin fisuras y que comience y termine las frasea sin caídas.

Su fraseo, es decir, el canto deslindando bien las frases y expresándolas con nitidez y arte, es muy notable y la relación entre las diferentes estructuras de la canción mantiene asimismo la línea musical. A esto contribuye la articulación del discurso que permite individualizar todas las palabras de la canción, aún en las antiguas grabaciones acústicas. El fraseo es seguramente la cualidad mayor de Gardel con respecto al tango. En el fraseo común del canto la voz sigue el compás de la música; así ocurría con la interpretación de la canción criolla que ejecutaba el dúo. En el tango, Gardel no hace el seguimiento estricto de la música, sino que se hace acompañar por ella. Los guitarristas marcaban el compás y él cantaba con su propio ritmo, por supuesto que apoyándose en la música. Esto permite una interpretación personal del texto y una mejor modulación del sonido. Con su guitarrista Ricardo armaron la estructura de la interpretación tanguera.

El “rubato”, se encuentra dentro del fraseo, y consiste en finalizar la frase antes de la terminación del compás, lo que permite prepararse mejor para la próxima palabra. El “rubato” fue empleado sistemáticamente por Gardel y es también una característica de su canto. Es notable asimismo cómo manejaba los silencios que, en alguna forma, modifican el fraseo. El fraseo del cantor es el responsable de la incomodidad que tenía Gardel cuando cantaba con orquesta. Sus primeros registros orquestales fueron con Francisco Canaro y con Osvaldo Fresedo (seis piezas en total) y no se sintió cómodo con ninguno de ambos, aunque las grabaciones no son malas. En los Estados Unidos se sentía molesto con el acompañamiento orquestal. Lo que ocurre es que, cuando existe la orquesta, el cantor debe seguirla, en tanto que sus guitarristas se ocupaban de apoyarlo e él.

Como cualidad de trascendencia que favorecieron su actividad actoral cinematográfica se deben considerar su gesticulación y las inflexiones que podía dar a su voz, sin perder la línea del canto, y el ritmo mantenido durante toda la interpretación, lo que caracteriza a la música del tango. Le molestaba cantar en inglés por no poder transmitir el sentimiento a la letra; esto no le ocurría con el francés, que era su idioma materno. De la combinación de estos factores surge la musicalidad, el elemento esencial de la música, que conjuga todas las facetas a las que hemos hecho mención para que se trate de una pieza musical y no una superposición de elementos sonoros relacionados. En este sentido, la musicalidad de Gardel es notable, todas las interpretación es están conjugadas con la música que lo acompaña y maximizadas con su estilo inimitable en el modo de expresar una obra.

Su excelente salud y el ejercicio físico que practicaba con regularidad favorecieron sin duda su canto. Además, Gardel sentía una gran responsabilidad por su trabajo; estudiaba las letras con mucha atención y ensayaba hasta tres horas por día con sus músicos. Daría la impresión que el hábito de fumar (lo hacía habitualmente con boquilla) no interfirió mucho con sus cualidades sonoras.

En alguna oportunidad tuvo algún problema menor con su voz. Julio Sosa, refiere que al visitar al Dr. León Elkin, un famoso otorrinolaringólogo, se encontró en el consultorio con una foto de Gardel dedicada al médico agradeciendo su intervención para el mantenimiento de su voz. Hugo Mariani, que estuvo con él en Nueva York relata asimismo que Gardel se levantaba a la mañana muy afónico y que, luego de hacer ejercicio físico, tomar una ducha caliente y fría, y hacer inhalaciones, su voz era magnífica.

El timbre es otra de las características de la voz, de gran importancia para su clasificación e identificación; es lo que permite distinguir los sonidos de igual altura e intensidad, pero de diversa procedencia. Depende de la complejidad del sonido que en la voz humana nunca es puro, sino que va acompañado de sonidos secundarios denominados armónicos. El timbre, además, no es constante y puede ser modificado en parte, por la voluntad del emisor del sonido. El ejemplo más claro de es de los imitadores. R. Husson, un estudioso de la voz humana, divide la noción de timbre en cinco cualidades: color, volumen, espesor, mordiente o brillo y vibrato. Esta clasificación está fundamentada especialmente en la emisión de las vocales. El color es lo que da claridad u obscuridad a una voz. Si los formantes principales del sonido se encuentran próximos dentro de las frecuencias medias, la voz es clara, en tanto que si el formante grave se desplaza, la voz es obscura y puede llegar a ser opaca. Si el que se desplaza es el agudo, se puede alcanzar la brillante, o bien la estridencia. Por el volumen, Husson clasifica a las voces en pequeñas y en voluminosas. En este sentido, las voces graves dan sensación de presencia, en tanto que las agudas la dan de lejanía. Según el espesor, las voces pueden ser espesas o débiles. Esta cualidad tiene su origen en el volumen de las cavidades bucofaríngeas y esta vinculada a frecuencias de sonido bajas (menos de 2.500 ciclos/segundo). El mordiente o brillo clasifica a las voces en timbradas o destimbradas. La voz timbrada depende de la tonicidad laríngea que determina que las vocales tengan un brillo especial. El mordiente puede ser modificado por el tono afectivo que el cantante confiere a la interpretación de la obra, lo que significa que está relacionado con las posibilidades expresivas y la emoción que pueda transferir al canto. El brillo exagerado en el espectro agudo, también puede llevar a la estridencia, lo que no es un efecto deseable. Se puede definir al vibrato como las variaciones periódicas de la intensidad del sonido emitido. Es una modulación que se confiere a la voz, en general en los finales del fraseo o en las vocales sostenidas, y que modifica la intensidad y la altura del sonido. Aparece por lo común cuando el cantante “apoya” la voz, sin forzarla de ninguna manera. Si la voz pierde intensidad pueden aparecer vicios del vibrato, como el trémolo o el temblor, lo que trasunta una inseguridad en la emisión de la voz. El vibrato bien manejado debe generar una sensación agradable que suaviza la terminación de una frase o favorece la línea de canto. La ausencia de vibrato puede producir una voz “lisa” que empobrece la interpretación.

Si analizamos la voz de Gardel, de acuerdo con estos parámetros del timbre se puede concluir que se trata de una voz ligeramente obscura, lo que incrementa su presencia, favorecida por su impostación natural: su volumen era intermedio y su espesor era importante, de acuerdo a su volumen laríngeo y bucal. Según el mordiente su voz era timbrada y brillante, con un vibrato intermedio que hace agradable la percepción del canto. Estas cualidades tímbricas tiene mucha relación con la elección del repertorio, que se deberá ajustar a las condiciones del cantante. En este sentido, Gardel poseía un gran poder de selección y un buen gusto que determinan que las canciones que cantan se ajusten a sus cualidades vocales. Esta característica es muy evidente en las canciones de las que es autor. Cabe consignar que se le atribuyen a Gardel más de 120 obras. Es probable que algunas de la primera época no fueran de su autoría. Era común que los autores transfirieren sus canciones a los artistas que las interpretaban, en una época en la que no se encontraba legislada la propiedad intelectual ni existía SADAIC. Pero Gardel fue un notable compositor; si bien no podía leer ni escribir música, construía las melodías sobre la palabra escrita. Su colaboración con Alfredo Lepera fue una de las más fructíferas y originales en la historia del tango, además de prolífica. Su encuentro con Lepera en París fue providencial y de su colaboración has surgido numerosas composiciones, la gran mayoría de las cuales Gardel cantó en sus películas. Se habían conocido brevemente en Buenos Aires en 1923, pero es su reencuentro en París en 1931 el que da comienzo a la colaboración. Alfredo Lepera había escrito varias obras de teatro, lo que ayudaría para la realización de los guiones de las películas; conocía música por haber estudiado piano y había escrito su primer tango en Santiago de Chile con Enrique Santos Discépolo: “Carillón de la Merced”. Estaba en París para traducir al español los diálogos de las películas. Con Gardel, entre 1931 y 1935, compusieron 34 piezas de las cuales 18 eran tangos, 7 canciones, 2 zambas, 2 valses y, una de cada una: cifras, estilos, foxtrots, jotas, y rumbas. En algunas de ellas tuvieron la colaboración de Pettorossi, Battistella y M. Lattes. En esta zaga figuran títulos de gran significación en la historia de Gardel como: “Me da pena confesarlo”, “Melodía de arrabal”, “Silencio”, “Cuesta abajo”, “Golondrinas”, “Soledad”, “El día que me quieras” (inspirado en Amado Nervo y con permiso de sus sucesores), “Volver”, por mencionar algunos de los más conocidos.

Es digno de mención que sólo la mitad de las obras pertenecen al tango, lo que muestra la tendencia de convertirlo en un cantor de repertorio internacional. La inclinación de Gardel hacia el tango comienza en 1917 con “Mi noche triste”. Entre 1917 y 1923, el dúo Gardel-Razzano graba 185 títulos; 114 son solos de Gardel, de los cuales no menos de 70 son tangos (Razzano no cantaba tangos). Su orientación hacia el tango es evidente si se observa que entre 1917 y 1921, de 41 grabaciones como solista, 17 fueron de tangos, en tanto que de 1921 a 1923, de 44 grabaciones como solista, 33 fueron de tangos. Realizaba una cuidadosa selección de autores como Celedonio Flores, Enrique Cadícamo (le grabó 21 temas, comenzando con “Pompas de jabón”), Pascual Contursi, Francisco García Giménez, Manuel Romero, Adolfo R. Avilés, Enrique Delfino, Alberto Vaccarezza, José González Castillo, los hermanos Fresedo, Discépolo y Navarrine, entre los más importantes creadores del tango canción. También grabó temas de sus guitarristas Barbieri y Aguilar. De Homero Manzi tiene sólo dos milongas, ya que Gardel desapareció cuando Manzi comienza su tarea de letrista de tango. Gardel creó un género y lo desarrolló al influjo de su talento y de su voz. Fue el primero y el único.


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