jueves, junio 18, 2015

“A Borges y Videla no les gusta el fútbol”, de Julián García Candau







Jorge Luis Borges anunció que cuando comenzara el Campeonato del Mundo abandonaría Buenos Aires. Borges sigue ahora en su apartamento de Maipú e incluso dio una conferencia sobre la inmortalidad, el mismo día y a la misma hora de Argentina—Francia (6 de junio, 19.15). Al presidente Videla el fútbol tampoco le gusta. No obstante, hasta el momento no se ha perdido un solo encuentro importante. El miércoles, incluso, se desplazó a Rosario para ver Argentina-Polonia. Pinochet ha anunciado que no podrá aceptar la invitación de Videla para asistir a los partidos finales del Mundial, pero sí ha confirmado su llegada, el día 23, el presidente de Bolivia, Banzer. El fútbol es un deporte que no goza de grandes simpatías entre determinados intelectuales. Así, Jorge Luis Borges, que no ha jugado de defensa izquierda como Dámaso Alonso, dice que el fútbol es un deporte estúpido y que le hubiera gustado ser boxeador. Al parecer, lo que más distrae a Borges son las peleas de gallos, pero les encuentra el inconveniente de que solamente pueden presenciarlas cien personas.

Jorge Luis Borges, amante de la frase humorística, cuando le conviene, es hombre capaz de decir que «leí el Quijote en inglés y después en castellano y me pareció una pésima traducción», ha dicho del fútbol lo siguiente: «El fútbol, una miseria, una cosa tan frívola, los viles jugadores de fútbol, dice Shakespeare en El rey Lear, y Kipling también habla desdeñosamente de ello». Borges está decididamente en contra de que se gaste tanto dinero en campos de fútbol y hoteles.

El presidente de Argentina, al que llaman flaco como a Menotti, entrenador de la selección argentina, como al campeón de boxeo Carlos Monzón, como al que fuera autor de letras de tangos famosos Enrique Santos Discépolo, como el futbolista Gatti y como el locutor Antonio Carrizo, no es aquel argentino que dijo que el mundo necesita democracia y extremo izquierda. Videla no es partidario del balompié pero se ha apuntado al triunfo de su selección. El miércoles, en Rosario, antes del inicio del encuentro, entró en el vestuario para saludar uno por uno a los componentes de la selección. Dicen quienes estaban cerca del presidente Videla, que en el momento en que Kempes marcó el primer gol, se levantó de su asiento para festejar el hecho.

El presidente Videla fue fotografiado al finalizar el partido puesto de pie y levantando los pulgares en señal de victoria. El mismo no se ha manifestado antifutbolero, como Borges, aunque haya dicho en alguna ocasión que no es su deporte favorito. El Mundial es un acontecimiento demasiado importante como para perdérselo. Videla, que en agosto se convertirá en presidente de la nación, ya que dejará de ser comandante en jefe, quiere constatar en los estadios su grado de popularidad. Los goles de Kempes entusiasmaron al presidente y al final del partido volvió a pasar por el vestuario a fin de felicitar a los triunfadores. Junto a él estuvieron las autoridades civiles y militares. Por la caseta no pasó el arzobispo de Rosario, monseñor Guillermo Bolatti, que también estuvo en el palco presidencial.

Buenos Aires volvió a vivir en la última noche horas de jolgorio a costa del triunfo sobre Polonia. Pero esta vez la policía, aunque sin intervenciones que puedan considerarse de control, vigiló atentamente las evoluciones de los hinchas por las calles más céntricas. Ayer por la mañana, en la calle Florida, alrededor de las dos y media de la tarde, comenzó a sonar una cinta magnetofónica en la que se hacían proclamas de tipo revolucionario. Al parecer, la voz fue reconocida como la de Mario Firmenich. Durante unos minutos hubo tensión en la calle. La policía especializada en desactivación de explosivos controló el magnetófono y comprobó que no se trataba de ningún artefacto. No hubo pues, peligro alguno.

Hasta el momento no ha habido en Buenos Aires más que pequeños incidentes, pero no se han abandonado las medidas encaminadas a evitar determinadas acciones violentas. Contrariamente, sin embargo, a lo que pudiera pensarse la vigilancia policial es menos evidente que la de otras manifestaciones deportivas de rango mundial celebradas en los últimos años.


en El País (Archivo), 16 de junio e 1978









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