Medianoche.
El agua del río Hu T’o, al correr,
Suena
con mayor claridad.
De
repente sopla un viento fuerte.
El
sonido del viento y el del agua,
Juntos,
se vuelve un enorme estruendo.
No
puedo dormir en paz.
Las
voces de la naturaleza hablan
A
los afligidos corazones de los hombres.
Yazgo
sosegada para calmar mi corazón.
Me
niego a recordar
La
trágica muerte del padre de mis hijos.
Me
niego a recordar
Al
marido y la esposa
Abrazados,
inclinados unos sobre el otro
O
a los hijos e hijas en torno a sus rodillas.
No
voy a imaginar
La
suerte de mi hijo menor en el campo de batalla.
Con
todo mi corazón anhelo la llegada del amanecer.
La
crueldad del fascismo,
La
violencia y corrupción del enemigo,
Han
vuelto blanco el pelo de las madres
Y
han arrugado su frente.
Por
fin llega el amanecer,
Pero
con él llegan de nuevo
Batallas
salvajes, jóvenes que caen,
Otros
que ocupan sus puestos
Con
heroico sacrificio.
¿Cuántas
de mis amigas
Son
ya madres de mártires?
Tal
vez sea yo una de ellas.
Nota sobre la autora. Participó,
siendo aún una muchacha, en el derrocamiento de la dinastía Manchú y entre 1910
y 1920 se unió al Movimiento Cuatro de Mayo y más adelante al Partido
Comunista. Su marido, también miembro del Partido, murió a manos del
Kuomintang. Tuvo cinco hijos. En 1949, año en que se creó la República Popular,
murió de una enfermedad del estómago.
en El barco de las orquídeas
(Rexroth y Chung,
compiladores), 2007
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