lunes, mayo 25, 2015

“La poesía está hecha de enunciados expuestos en el camino hacia la tumba”. Entrevista a Dylan Thomas, de Harvey Breit



Dylan Thomas y Caitlin en un bar de Nueva York, con Rose y Dave Slivka




El poeta galés Dylan Marlais Thomas (1914-1953) nació en Swansea. Hijo de un profesor inglés, trabajó como periodista hasta que la publicación de sus Eighteen Poems (1934) le catapultó a la fama. Su Poemas escogidos (Collected Poems 1934-1952) fueron publicados en 1952 y, para un libro de su tipo, constituyó un éxito de ventas. Su voz poética, su interés en las sensaciones sonoras y su humor se fusionaron en Bajo el bosque lácteo (Under Milk Wood, 1954), una obra para la radio acerca de la vida en una aldea galesa. Escribió también cuentos cortos y guiones para la radio. Murió joven, resultado de su alcoholismo, durante una gira de conferencias por Estados Unidos.

En 1950 el brillante y parco poeta galés Dylan Thomas nos visitó por primera vez. Ahora ha vuelto, tanto por demanda popular como por deseo propio, para leer sus propios versos y los de otros poetas en la YMHA (Young Women Hebrew Association) de la calle 92, en el Museo de Arte Moderno y en docenas de facultades y universidades. Para celebrar el acontecimiento, New Directions va a publicar sus nuevos poemas, In Contrary Sleep. Como celebración a nivel más personal, este periodista entabló con él una repetición de su conversación previa. Estaba convencido, y era apostar sobre seguro, de que el señor Thomas no se repetiría, no podría repetirse. Como resultó ser inexorablemente.

En el transcurso de nuestra primera conversación (14 de mayo de 1950), Thomas se describió a sí mismo con las siguientes palabras: 'Treinta y cinco años más viejo, esbelto, de tez oscura, inteligente y de mirada punzante, tierna, enloquecida". A continuación añadió: "Añada que me estoy quedando calvo y sin dientes. También voy bien vestido". Mr. Thomas no era esbelto por aquel entonces, y sigue sin serlo. Continúa siendo rubio, su cabello es abundante y revuelto, tiene dientes de sobra y sus ojos son redondos y de expresión adormilada. Es evidente que su ropa de tweed está sin planchar. Mr. Thomas, de hecho, podría haber ocupado el lugar de Heywood Broun en la ocasión en que alguien le describió diciendo que parecía una cama sin hacer. Me alegra informar que sigue siendo, en términos generales, inteligente, imaginativo e intransigente.

Al principio, la conversación versó sobre poesía en general y Thomas Hardy en particular, que resultó ser el poeta favorito del siglo para él. Pero Mr. Thomas es también un prosista de talento, y el que suscribe se preguntaba qué opinaría sobre ambos medios de expresión. Por ejemplo, ¿le interesaba cada vez menos la prosa?

No —respondió Mr. Thomas—, cuando te vas haciendo mayor descubres que se van separando cada vez más respecto a lo que sientes, y que la prosa se vuelve más limpia y concisa.

Eso era lo que su seguro servidor opinaba de la prosa de Eliot. Mr. Thomas asintió.

Eliot las mantiene separadas. Emplea una prosa bellísima, aunque sólo porque no tiene nada que ver con los versos. Un poeta no puede escribir prosa extravagante: sería desbordar el cieno. Joyce es exactamente el caso opuesto. Escribía una poesía simple y limpia y una prosa maravillosamente imaginativa. En la mayoría de los casos ocurre lo contrario. Los escritores deberían guardarse sus opiniones para la prosa.

Suponiendo —dijo el entrevistador— que usted no fuera usted y que yo no fuera yo...
Estoy dispuesto a creerlo —dijo sucintamente Mr. Thomas.

... y le preguntara a no—usted por qué los poetas no debieran expresar opiniones en su poesía...
Las opiniones —respondió Mr. Thomas— son el resultado de una discusión con uno mismo y dado que la mayoría de la gente no es capaz de discutir con nadie, y menos aún consigo misma, las opiniones son un horror. Hay opiniones y opiniones, por supuesto. En la poesía dramática sin ir más lejos, pero la mayoría de nosotros somos poetas líricos. Fue Eliot quien en este siglo demostró que era posible hablar de cualquier tema en verso, excepto sobre uno mismo.

¿No había entonces alguna discrepancia en lo que estaba diciendo Mr. Thomas?
Supongo —dijo Mr. Thomas— que habría que matizar el tema de la opinión.

Eso era lo que Mr. Thomas había estado haciendo ¿o no?

El matiz —continuó Mr. Thomas—, la inclinación de la mente, moldea la poesía.

Mr. Thomas mantenía su cigarro de los entreactos en la comisura de la boca, inclinando la cabeza para alejarla del humo.

Me gusta escribir la palabra "sangre" —prosiguió—.. Es un tipo curioso de palabra; significa demencia, entre otras cosas. El empleo frecuente de la misma forma parte de mi inclinación mental.

Mr. Thomas y su invitado bebieron.

Lo que resulta interesante —reanudó tras unos instantes— es el modo en que ciertas palabras pierden, bien su significado o bien su bondad. Por ejemplo, la palabra "honor". Una palabra digna de héroes. En realidad es una palabra más digna de Nerón.

¿Por qué pierden su significado o su bondad las palabras?
Las emplean con asiduidad las personas que no deben —respondió Mr. Thomas, con expresión propia de un búho.

¿Cuánto tiempo iba a estar entre nosotros?
Unos tres meses —respondió Mr. Thomas—. Será mi última visita en algún tiempo. Con eso habré conseguido engañar a todas las universidades y todas las universidades habrán hecho lo propio conmigo.

El que suscribe no estaba dispuesto a tomarse en serio semejante declaración.

Como quiera —dijo Mr. Thomas—. Yo sí.

¿Le importaría recapitular?
Poesía —resumió, rehuyendo todo lo que pudiera sonar a teatral—. La poesía. Me gusta pensar que está hecha de enunciados expuestos en el camino hacia la tumba.



en The New York Times Book Review, 17 de febrero de 1952










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