Debo descender a los mares otra vez, a la soledad del mar y el cielo,
y todo lo que pido es un velero y una estrella para navegar
con rumbo a ella,
y el golpe del timón y la canción del viento y la agitación
de una vela blanca,
y una niebla gris en el rostro del mar y que se asome un gris amanecer.
Debo descender a los mares otra vez, pues el llamado de la marea huyendo
es un llamado salvaje y un claro llamado que no se puede negar;
y todo lo que pido es un día de vientos con nubes blancas allá arriba,
y la espuma arrojada y soplada, y también el grito de las gaviotas.
Debo descender a los mares otra vez, a la vagabunda vida gitana,
al camino de la gaviota y la ballena, donde el viento sea como
un cuchillo afilado;
y todo lo que pido es una historia feliz de un trotamundos mientras ríe,
y dormir tranquilo un dulce sueño cuando terminen mis largas horas
al timón.
en Salt-water poems and ballads, 1913
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