Se
le ladra al poeta: «¡Quisiera verte con un torno!
¿Qué,
versos? ¡Pamplinas!
¡Y
cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!».
Sin
embargo es posible que nadie
ponga
tanto ahínco en la tarea
como
nosotros.
Yo
mismo soy una fábrica.
Y
si bien me faltan chimeneas,
esto
quiere decir
que
más coraje me cuesta serlo.
Sé
muy bien
que
no gustan de frases vacías.
Cuando
asierran la madera es para hacer leños.
Pero
nosotros…
qué
somos sino ebanistas
que
trabajan el leño de la cabeza humana.
Por
supuesto que pescar es cosa respetable.
Echar
las redes.
¿Quién
sabe? ¡Tal vez un esturión!
Pero
el trabajo del poeta es más beneficioso:
la
pesca de hombres vivos, esto es lo mejor.
Enorme,
ardiente es el trabajo en las fundiciones,
donde
se forma el hierro chisporroteante.
¿Pero
quién
se
atrevería a llamarnos holgazanes?
Nosotros
bruñimos las mentes con áspera lengua.
¿Quién
es más aquí?
¿El
poeta o el técnico que procura a los hombres
tantas
ventajas prácticas?
Los
dos.
Los
corazones son también motores.
El
alma es también fuerza motriz.
Somos
iguales:
Camaradas
de la clase trabajadora.
Proletarios
del cuerpo y del espíritu.
Solamente
unidos,
solamente
juntos podremos engalanar el universo
y
acelerar el ritmo de su marcha.
Ante
una oleada de palabras, levantemos un dique.
¡Manos
a la obra! ¡Al trabajo, nuevo y vivo!
Y
a los que discursean
que
se les mande al molino.
¡Para
que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!
en Colección antológica de poesía social
(Cuaderno 59), 2013
1 comentario:
Extraordinario!!!
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