martes, mayo 12, 2015

"El demonio reencarnado", de Dylan Thomas

© Traducción de Juan Carlos Villavicencio




El demonio reencarnado en una serpiente que habla,
las llanuras centrales de Asia en su jardín,
en el tiempo en que se conforma el despierto círculo mordió,
en formas de pecado se bifurcó la manzana hirsuta,
y ahí caminaba Dios como si fuera un insignificante guardabosques
y restaba importancia al perdón desde la colina del cielo.

Cuando éramos extraños a los guiados mares,
una luna hecha a mano –mitad santa– en una nube,
los sabios me cuentan que los dioses del jardín
trenzaron el bien y el mal en un árbol del oriente;
y cuando la luna se levantó colmada de viento fue
negra como la bestia y más pálida que la cruz.

En nuestro Edén conocimos al guardián secreto
en las aguas sagradas que ninguna escarcha podría endurecer
y en las intensas mañanas de la tierra;
el infierno en un cuerno de azufre y el mito hendido,
todo el cielo en la medianoche del sol,
una serpiente enredada en el tiempo en que se conforma.














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