miércoles, enero 07, 2015

“Elegía a Ernest Hemingway”, de Thomas Merton






En el primer aniversario de la noche de tu muerte
tu nombre se menciona en los conventos,
ne cadas in obscurum [1].

Ahora con un campanilleo auténtico,
tu historia llega a su final.
Ahora los monjes inclinados en réquiem,
familiarizados con la muerte, te incluyen en sus oficios.

Sigues siendo desconocido para miles,
aguardando en la tiniebla el gran momento
en que las fronteras de las naciones aprendan a rezar solas,
donde los fuegos no son despiadados,
nosotros esperamos, y no en vano.

Pasas quedamente por entre nosotros.
Tus libros y escritos no han sido consultados.
Nuestros ruegos son pro defuncto [2].

Luego algunos elevan la mirada,
como si en un tropel de reos o de marginados
reconocieran a un amigo con el que trabaron amistad
una vez en un país lejano. Para éstos también
el sol se alza tras una olvidada contienda
sobre un lenguaje que engrandeciste.
Ellos no te han olvidado. En su silencio monástico
preservan tu fama, sin cejar en tu celebración.

Qué perezosamente esta campana
dobla en la torre monacal durante una era entera,
y por la rápida defunción de una dinastía no leída
y por aquella brava ilusión: ¡la aventura por la aventura!

¡De un solo tiro se termina toda la caza!



Notas
[1] Expresión sálmica latina: «no se te olvida».
[2] Oración genérica por los difuntos en el oficio coral monástico.



«Emblemas de una estación de furia»,
en The Collected Poems.

(versión de Sonia Petisco)









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