viernes, enero 04, 2013

“Amalia Rodríguez”, de Néstor Merigo







Que nadie la viera partir.
Limpiecita, como dicen.
Ordenó las pilchas en la valija de cartón, el último cabo de rouge,
algún retrato y la palangana.

Que es mío, sola, ese rastro de talco dulzón en las axilas, y el asco,
que para el asco no habrá
Enjuagues, permanganato ni palanganas.

Oirás la palangana,
el chasquido del agua sobre el patio de tierra helada,
herramienta bendita,
pila bautismal que te devuelve a ser poco menos que una madre.

                                                     Y de la Casa, como suena el pianito
rasposo de la orquesta,
la voz de las pupilas, entre risitas en trance
que endurecen a los machos y los ponen en sazón;

Y tras el biombo,
el bisbiseo de los muertos que aguardan turno en tu memoria.

El lindo anarquista que sudaba a tabaco y vino tinto fue fusilado ayer.
Y ya no habrá higiene que enjuague de jugos semejantes.
Y mirarás el brasero aún, la luz del carburo que se agota,
el vapor de la palangana y el trapo blanco,
«con ese trapo se sabe a cebo de oveja, limpiarás la espalda de tres indios»
que jamás dijeron palabra y no la dirán jamás porque los tres, ayer,
también fueron fusilados.
Porque todos fueron fusilados.

Y pensarás que no hay qué pueda, ni el sobaco en la nariz,
y la humedad del alcohol fermentado de tu almohada, ni
el colchón, apelmazado por la herrumbre,
ni la química más podrida del hombre, ni el
trago en la garganta con humores de pimienta,
ni el beso de este amanecer malparido por la virgen de Dios.
Miró la palangana donde lavara alguna vez toda la mugre del mundo
pero el asco estaba afuera.

Entre el desierto y el mar, qué raro que una exista,
y este viento que no acaba nunca, que apenas si fui una santa,
y el torbellino de rostros y de escenas, que apenas si fui una santa,
que no hay nitrato de plata que alcance, ni en la palangana de la luna,
ni lavajes
que enjuaguen la pulcritud de un asesino.




Nota 



Amalia Rodríguez, 26 años, soltera, argentina, pupila de prostíbulo. Fue una de las homenajeadas, con un poema, durante la actividad designada como La Puta Patria. Una celebración por la resistencia prostibularia en La Patagonia. Una asistente y colaboradora de Sequoyah, la poeta Fanny Jaretón, quien estuvo en el evento, reseña así el motivo del homenaje: «En La Patagonia, en el año 1922, el 10º regimiento de caballería a las ordenes del teniente coronel Varela al terminar su faena –dejando como saldo 1500 obreros fusilados- lleva a los soldados a descansar a Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz; se decide premiarlos enviándolos por tandas al prostíbulo del pueblo, conocido como casa de tolerancia “La Catalana”. Cuando llegan los primeros soldados la Madama les informa que las pupilas se niegan a recibirlos y que ella no puede obligarlas. Los soldados entran por la fuerza y es entonces cuando las prostitutas armadas con escobas y palos los expulsan al grito de «¡porquerías! ¡Asesinos! ¡Con asesinos no nos acostamos!». Ellas han tomado partido por los huelguistas, han cerrado sus piernas como un gesto de rebelión. Son ellas: María Juliache, 28 años, soltera, pupila de prostíbulo. Maud Foster, 31 años, soltera, inglesa, pupila de prostíbulo. Amalia Rodríguez, 26 años, soltera, argentina, pupila de prostíbulo. Ángela Fortunato, 31 años, casada, argentina, modista, pupila de prostíbulo. Consuelo García, 29 años, argentina, soltera, pupila de prostíbulo».








Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y el eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo “La Catalana”, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados”. 


Osvaldo Bayer




Fotografía: Brassaï









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