lunes, diciembre 17, 2012

“No fue este bosque el herido sino su sien”, de Christian Formoso







sino su alma heredada, hija del naufragio
de la mañana y de la noche, enamorada, al unísono
donde ahora entro rodeado de la respiración
de lengas y liebres oscuras y palpitantes
 rodeado de barbas de viejo enrareciendo
las fauces de estas ramas sin quijadas ni bocas
enrareciendo el aire de este Puerto de piedra
derrumbada, que de mí
hace piedra derrumbada.
Viejo panegírico anclado en la veleta de los
sueños, morada última del crepúsculo y el
granizo, entro en ti volcando mi raíz y despojado
de vestiduras, semilla y polvo, desperdicio de verdad
trueno de la memoria, hondo suspiro desgarrado
en el templo de la desgracia.
¿No fue aquí donde fuimos encomendados
guardad estos reynos contra nuestros enemigos?
¿No fue aquí donde halló la miseria lujoso pañuelo
que calzar en su frente siempre sedienta?
Aquí encontré un rebaño de huesos balando
culpando los arcabuces del hambre y de la noche
el caiquén devorado y la gaviota
el trueno, herido de muerte, de rayos y de cóndores.
Todos, todos pasaron por este Puerto
dejando sílabas graves, el tilde invisible
de la palabra muerte.
Aquí los encontré, aquí
toqué la madera para entrar en su secreto
y había madera pues aún hería la fría constitución
de los huesos, aún se lloraba a los pies de lámparas
apagadas, de yelmos ahuecados, y secos y terrestres
bramidos, aún hería el pétalo sanguinolento, la rosa
húmeda que echaba su raíz, su espina a la huesa.
Hay pedazos de polvo en este Puerto
y hoy la visión no es sino un día, un naufragio
una palabra calcinada:
años de derrumbe con largas túnicas
inclinados, derramando
su santo olvido sobre las frentes.


                            
en El cementerio más hermoso de Chile, 2008
















No hay comentarios.: