martes, diciembre 25, 2012

“La llegada de la colmena”, de Sylvia Plath

Traducción de Rodrigo Olavarría






Encargué esta limpia caja de madera
Cuadrada como una silla y casi imposible de levantar.
Diría que es el ataúd de un enano
O una guagua cuadrada
Si no hubiese tanta bulla dentro.

La caja estaba cerrada, es peligrosa.
De un día para otro tengo que vivir con ella
Y no puedo evitarlo.
No hay ventanas, así que no puedo ver qué hay dentro.
Sólo tiene una pequeña rejilla, sin salida.

Acerco mi ojo a la rejilla.
Está oscuro, oscuro,
La misma sensación de enjambre de las manos africanas
Diminutas y encogidas para el transporte,
Negro sobre negro, trepan enfurecidas.

¿Cómo puedo soltarlas?
Lo que más me espanta es el ruido,
Las sílabas incomprensibles.
Son como una turba romana,
Pequeñas si las separas, pero si las juntas, ¡Dios mío!

Le presto oído a este latín furioso.
No soy un César.
Simplemente encargué una caja de locas.
Puedo mandarlas de vuelta.
Podrían morirse, no tengo que alimentarlas, soy la dueña.

Me imagino cuánta hambre tienen.
Me pregunto si podrían olvidarme
Si yo abriera los cerrojos, retrocediera y me convirtiera en árbol.
Hay un laburno, sus rubias columnas
Y las enaguas de un cerezo.

Podrían ignorarme inmediatamente.
Con mi traje lunar y mi velo funerario.
No soy una fuente de miel
¿Por qué me atacarían?
Mañana seré un dulce Dios y las liberaré.

La caja es sólo temporal.




4 de octubre, 1962

en Abejas, 2010













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