martes, agosto 07, 2012

“Dichos de Luder”, de Julio Ramón Ribeyro

Selección






1

Luder pasa rápidamente delante de un mendigo que le extiende plañideramente la diestra.
—Puerco —grita el pordiosero.
Luder se detiene y regresa sonriente con una moneda en la mano.
—Solo esperaba que me llamaras por mi nombre.




2

—¿Has leído su última novela? —le preguntan, refiriéndose a un autor famoso —¡Qué musicalidad, qué ritmo, qué riqueza de voces! ¡Es un verdadero oratorio!
—Que lo cante —responde Luder.




3

Envidian a Luder porque una o dos veces al mes se amanece conversando con un amigo muy inteligente.
—¡Debe ser una conversación apasionante!
—Ni  crean. Como ignoramos más de lo que sabemos, lo único que hacemos es canjear fragmentos de nuestra propia tiniebla interior.




4

—Ven con nosotros —le dicen sus amigos—. La noche está esplendida, las calles tranquilas. Tenemos entradas el cine y hasta hemos reservado mesa en un restaurante.
—¡Ah, no! —protesta Luder—. Yo sólo salgo cuando hay un grado, aunque sea mínimo, de incertidumbre.




6

Le preguntan a Luder por qué no escribe novelas.
—Porque soy un corredor de distancias cortas. Si corro maratón, me expongo a llegar al estadio cuando el público se haya ido.




13

—Cuando a Balzac le entra la manía de la descripción —observa un amigo— puede pasarse cuarenta páginas detallando cada sofá, cada cuadro, cada cortina, cada lámpara de un salón.
—Ya lo sé —dice Luder—. Por eso no entro al salón. Me voy por el corredor.




15

—Así como hay una palabra que ha dado origen a todas las palabras —dice Luder—, debe haber una sentencia que contenga todas las enseñanzas y toda la sabiduría del mundo. Cuando la descubramos el tiempo cesará de existir, pues habremos entrado a la era inmóvil de la perfección.




19

Le hacen notar a Luder que nunca ha manifestado celo ni envidia por el triunfo de sus colegas.
—Es verdad. Eso les puede dar una idea de la magnitud de mi soberbia.




23

—¡No, por favor! —protesta Luder cuando vienen a buscarlo una vez más para que firme un manifiesto humanitarista o participe en un mitin a favor del pueblo oprimido—. Amar a la humanidad es fácil, lo difícil es amar al prójimo.




31

—Soy como un jugador de tercera división —se queja Luder—. Mis mejores goles los metí en una cancha polvorienta de los suburbios ante cuatro hinchas borrachos que no se acuerdan de nada.




35

—Esas casas en las cuales cada cosa esta en su lugar me ponen la carne de gallina —dice Luder—. Se diría que están deshabitadas o que sus habitantes pasan superficialmente sobre todo. Cierto desorden es necesario para sentir la cálida palpitación de la vida.




40

—Déjenme tranquilo —dice Luder a sus amigos que lo sorprenden tendido de espaldas en la azotea mirando el cielo estrellado—. Este es uno de los pocos recursos que me quedan para entrar en tratos con el infinito.




46

Le preguntan a Luder por qué rompió con una amiga a la que adoraba.
—Porque no tenía ningún contacto con su pasado. Vivía constantemente proyectada en el tiempo por venir. Las personas incapaces de recordar son incapaces de amar.




52

—No es que yo sea bondadoso —dice Luder—. Sucede simplemente que no soy malo. He escogido el cómodo camino de la virtud por omisión.




53

Luder regresa de su habitual paseo por el malecón.
—Estoy confundido —dice—. Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones y se caga mirando mi crepúsculo. Eso demuestra la relatividad de nuestras concepciones estéticas.




64

Un amigo irrumpe en su casa para anunciarle que ya se firmó el armisticio.
—¡Bah! —comenta Luder—. Ya te darás cuenta que la paz sólo consiste en cambiar la guerra de lugar.




65

—Leí en alguna parte esta frase —dice Luder—: "Nuestro primer deber es sobrevivir, ya luego nos ocuparemos de la victoria". Pero también podría decirse: "Nuestro primer deber es la victoria, qué importa si no sobrevivimos". Todos los aforismos son reversibles.




68

—Hoy he amanecido particularmente optimista —dice Luder—. Creo que voy a poder al fin dedicarme a la redacción de mi epitafio.




69

—Cuando alguien empieza por decirme: "Te voy a ser franco..." los pelos se me ponen de punta —dice Luder—. Adivino que me va a tirar a la cara alguna verdad brutal. Con lo agradable que es vivir en un delicado engaño.




71

—La libertad, por desgracia, no se puede compartir —dice Luder—. Toda compañía, por agradable que sea, implica una cesión. Solo pueden ser libres los solitarios.




73

Le preguntan por qué se emborracha esporádicamente en tabernas más afamadas.
—Por precaución—dice Luder—. Sucede que a veces me despierto con la vaga satisfacción de estar llegando a ser una persona respetable.




78

—Detesto dar consejos literarios —dice Luder—. Pero si algún joven insiste en pedírmelos le responderé como un guardia de tránsito: evitar los cruceros, tomar las avenidas.




79

—Hay un dios —dice Luder—, pero precisamente porque es dios no tiene que hacerse visible ni dar pruebas de su existencia. En eso reside la esencia de su ser y el secreto de su poder.




84

—Nada me impresiona más que los hombres que lloran —dice Luder—. Nuestra cobardía nos ha hecho considerar el llanto como cosa de mujercitas. Cuando sólo lloran los valientes: por ejemplo, los héroes de Homero.




86

—Hay tantas universidades ahora —dice Luder— que en ellas se distribuye más la ignorancia que el conocimiento. Los educadores olvidan que el saber es como la riqueza: mientras más se reparte, menos le toca a cada uno.




92

—Es penoso irse del mundo sin haber adquirido una sola certeza —dice Luder—. Todo mi esfuerzo se ha reducido a elaborar un inventario de enigmas.




94

—Literatura es impostura —dice Luder—. Por algo riman.




95

—Sólo verán en el aire —dice Luder—. He puesto tanto empeño en construir el pedestal que ya no me quedaron fuerzas para levantar la estatua.





en Dichos de Luder, 1989













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