jueves, julio 12, 2012

“La última palabra de una mujer”, de Robert Browning







I

Dejemos las diferencias a un lado, Amor,
sin riñas ni lágrimas:
que todo vuelva a ser como antes, Amor:
¡sólo un sueño y nada más!




II

Por qué palabras tan duras:
tú y yo
como dos aves prestas al combate.
¡Mira esa rama: en ella se posa el halcón!




III

Nos atisba silenciosamente
mientras tú y yo discutimos.
Por eso es mejor callar, esconder las palabras,
para poder así fundir nuestras mejillas.




IV

¿Hay algo más falso que la misma verdad,
quiero decir, falso para ti?
Apártate del árbol
donde acecha el colmillo de la serpiente.




V

No intentes arrancarle
las manzanas que brillan en medio del follaje;
no perdamos el Paraíso;
Eva y yo.




VI

¡Sé un Dios y protégeme
con tu encanto!
¡Sé un hombre y rodéame
con tus brazos!




VII

¡Enséñame, sólo enséñame, Amor!
Que yo me comprometo
a ser de tu palabra, Amor,
a ser morada de tus pensamientos.




VIII

Recíbeme, si así lo deseas;
a ambas cosas me entregaré
dejando mi carne y mi espíritu
en tus manos.




IX

Pero eso será mañana
y no esta noche;
pues ahora debo enterrar mis heridas
lejos de mi corazón.




X

He de gemir un poco, Amor
(¡tonta de mí!)
para quedarme dormida, Amor,
amada de ti.



en Poesía escogida, 2000







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