martes, junio 12, 2012

“Füchse von Llafenko”, de Gloria Dünkler






Cinco poemas



*

No fuimos descendientes de reyes ni licenciados
y mi abuelo recogía la nieve
amontonada en las calles de Hamburgo.
Lo único que trajimos fue coraje, el buche
y los sueños en las maletas.
Aferrados al mástil del buque
taconeado de niños enfermos
de vivir con la peste y el hambre,
de mujeres que parían en la cubierta
y otros que dormitaban en los pasillos
o de a tres en los camarotes.
La maldición de errar por los mares había terminado.






*

Mi oficio es construir, encender motores,
soltar amarras, no volver atrás.
La miseria se despidió de mí
agitando su pañuelo al viento
y comprendí entonces, mi destino era triunfar.
Era sostener las esperanzas amarradas al cinto,
remar en busca de tu orilla,
sembrar el poema y dejarlo brotar.






*

Aquí nadie se conoce
ni sabe uno si la familia del vecino vale un cobre.
Aquí podemos inventarnos una sangre,
un escudo, una leyenda, una muerte gloriosa,
podemos ser, si se nos place,
una estirpe ungida por el rayo.






Rote Kämme

En las tardes nos montábamos en los techos para oír el coclear de las gallinas atacadas por el puma, o las quejas de una borrega extraviada. Embargados por el salvajismo de esta tierra que se perpetuaba más allá de lo que nuestros esfuerzos jamás alcanzarían. Saboreando el espectáculo de la luna redonda y dulce, ese panqueque como el seno de una madre, como un trago de cerveza, como una buena pierna de mujer, cantábamos borrachos y exhaustos, discutiendo las noticias que llegaban desde la patria.






*

Rastrillos, muebles, vajilla rota, dentaduras podridas, anónimas calaveras. En el museo conservarán los despojos de aquello que fuimos para el mundo. Nadie posee las llaves de esa puerta en el fondo de la sala: ni la historia con sus documentos borrosos ni bitácoras perdidas. Allí respira lo que pensamos en realidad, lo que nadie puede exhibir previa compra de un boleto.




en Füchse von Llafenko, 2009








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