domingo, mayo 13, 2012

“Por qué la razón del hombre puede percibir la fantasía como realidad”, de G. I. Gurdjieff








Mi bienamado y bondadoso Abuelo, sé bueno y explícame,aunque sea de modo general, por qué aquellos seres son de tal naturaleza quetoman lo «efímero» por Real. A lo cual respondió Belcebú:

—Sólo en épocas recientes comenzaron los serestricerebrados del planeta Tierra a manifestar esta particularidad en supsiquis, particularidad que sólo se presentó debido a que su parte formada enellos al igual que en todos los demás seres tricerebrados, permitiógradualmente que las otras partes de sus presencias totales percibiesen todaslas impresiones nuevas sin lo que llamamos los «deberes eserales de Partkdolg»,sino simplemente en la forma en que, en general, son percibidas esas mismasimpresiones por las localizaciones independientes y separadas que existen conel nombre de centros eserales en los seres tricerebrados o, como podríaexpresarlo en el lenguaje que ellos utilizan, estos seres creen cualquier cosaque se les diga y no solamente aquello que por sí mismos hayan aprendido conayuda de su propia reflexión. Por regla general, todo nuevo hecho delentendimiento cristaliza en la presencia de estos extraños seres sólo si Pérezhabla de alguien o de algo de cierta manera, y si luego González dice lo mismo;de este modo el interlocutor se convence cabalmente de que eso es así y no podíaser de otro modo. Gracias tan sólo a esta particularidad de su psiquis y alhecho de que mucho se habló del mencionado escritor en esa forma, la mayoría delos seres que habitan en el momento presente aquel planeta, se hallancompletamente convencidos de que se trata en verdad de un gran psicólogo y deque posee un incomparable conocimiento del psiquismo de los habitantes de aquelplaneta.

Pero, a decir verdad, cuando estuve en aquel planetapor última vez y habiendo tenido noticias del mismo escritor, decidí ir ciertavez personalmente a visitarlo por otro motivo completamente distinto, y pudecomprobar que no sólo no se diferenciaba en absoluto de todos los demásescritores contemporáneos, como yo suponía, es decir, que era en extremo limitadoy como nuestro querido Mullah Nassr Eddin diría: «incapaz de ver más allá de sunariz» sino que, en lo que al conocimiento de la verdadera psiquis de los seresque habitan el planeta se refiere, podría haberse afirmado sin temor aequivocarse, que el hombre en cuestión era «totalmente analfabeto».

Vuelvo a repetir una vez más que la historia de esteescritor constituye un ejemplo característico de esta particular índoleterráquea y muestra hasta qué punto, en los seres tricerebrados que han captadotu interés, especialmente en los contemporáneos, se halla ausente lacomprensión de los «deberes eserales de Partkdolg» y la forma en que suspropias convicciones eserales subjetivas, configuradas según sus propiosrazonamientos lógicos, no cristalizan nunca en ellos, a diferencia de cuantosucede normalmente entre los demás seres tricerebrados, sino que tan sólocristalizan aquellas que dependen en forma exclusiva de lo que otros han dichoacerca de una cuestión determinada.

Fue tan sólo debido a que no lograron comprender esos«deberes eserales de Partkdolg» — comprensión que es lo único que permite a unindividuo volverse consciente de su auténtica realidad—, que pudieron ver ennuestro escritor cualidades que ciertamente no tenía.

Esta extraña característica de su psiquismo general, esdecir, la de declararse satisfechos tan sólo con lo que Pérez o González digan,sin tratar de conocer más, hace ya largo tiempo que se arraigó en ellos y poreso ya no se esfuerzan en absoluto por conocer cosa alguna que pueda llegar aser conocida sólo por la propia reflexión activa.

En relación con todo esto, podemos decir que ni ha deecharse la culpa al órgano Kundabuffer que sus antecesores poseyeron, ni a lasconsecuencias del mismo, las cuales, debido a un error de apreciación por partede ciertos Individuos Sagrados, cristalizaron en sus ascendientes empezando atransmitirse más tarde a los descendientes de generación en generación.

No son sino ellos quienes han de ser personalmenteculpados por esto, precisamente en razón de las circunstancias anormales deexistencia ordinaria exterior que han establecido gradualmente, las cuales,también gradualmente, han formado en su presencia común, justamente lo que seha convertido ahora en su «Maligno Dios» interior, llamado «Autotranquilizante».

Pero ya habrás de entender perfectamente por ti mismotodo esto, más tarde, cuando te haya proporcionado, tal como te prometí conanterioridad, ciertas informaciones acerca de aquel planeta que tanto hacautivado su interés.

En todo caso, te aconsejo vehementemente que tengassumo cuidado en el futuro en tus alusiones a los seres tricerebrados de aquelplaneta, procurando no ofenderlos en modo alguno; de lo contrario —como dicenallí, «¿de qué no habrá de mofarse el Diablo?»— podrían llegar a tenerconocimiento de tus injurias y, para usar otra de sus expresiones, podríanpretender «ponerte a la sombra».

Y no estará de más, en el presente caso, recordarnuevamente una sabia frase de nuestro estimado Mullah Nassr Eddin: «¡Cierto!¿Qué no habría de suceder en este mundo? Una pulga podría tragarse a unelefante».

Belcebú se proponía agregar algo más, pero en esemomento un servidor de la nave entró en la habitación y, aproximándose a él, lealcanzó un «heterograma» a su nombre. Una vez enterado del contenido de este«heterograma», Belcebú despidió al sirviente y aprovechando la pausa, Hasseinle dirigió las siguientes palabras:

—Querido Abuelo, por favor sigue hablando de los serestricentrados que habitan en ese interesante planeta llamado Tierra.

Belcebú dirigió entonces a su nieto una tierna sonrisay, tras hacer un ademán sumamente extraño con la cabeza, siguió hablando de laforma siguiente:

—Debo decirte, en primer lugar, que los serestricerebrados de aquel planeta también poseyeron en un principio presenciassimilares a las que poseen en general todos los seres tricentrados conocidoscon el nombre de «Keschapmartianos» que habitan en todos los planetascorrespondientes de nuestro Gran Universo, y también tenían la misma «duración eseral»,como se dice, que todos los demás seres tricerebrados.

Los diversos cambios producidos en sus presenciasempezaron en su mayor parte después de la segunda desgracia padecida por esteplaneta, en la cual el principal continente del infortunado astro, conocidoentonces con el nombre de «Atlántida» se hundió en el seno del planeta.

Y a partir de entonces, dado que poco a poco se fueroncreando para sí toda suene de condiciones de existencia exterior, gracias a lascuales la calidad de sus radiaciones fueron invariablemente de mal en peor, laGran Naturaleza fue obligada paulatinamente a transformar sus presenciascomunes por medio de grandes componendas y cambios, a fin de regular la calidadde las vibraciones por ellos irradiadas y que hacían falta principalmente parala buena conservación de las partes anteriores del planeta.

Por esta misma razón, la Gran Naturaleza gradualmenteaumentó tanto el número de
pobladores del astro, que actualmente no hay una solacomarca del mismo que esté deshabitada. La forma exterior de sus cuerposplanetarios no difiere de unos individuos a otros, ni en lo que respecta altamaño y a sus demás particularidades subjetivas, claro está que cada uno se hallarecubierto, exactamente al igual que nosotros, de acuerdo con las normas de laherencia, y con las condiciones predominantes en el momento de la concepción,con inclusión, asimismo, de todos los demás factores que participangeneralmente en la formación de todo ser.

También difieren entre ellos en el color de la piel yen el color del cabello; esas últimas particularidades se hallan determinadasen sus presencias, exactamente al igual que en todos los demás aspectos, porlos factores predominantes en aquella parte de la superficie planetaria en quehan nacido y donde se forman hasta que alcanzan la edad de los seresresponsables o, como ellos dicen, hasta que se vuelven «adultos».

En lo que se refiere a su psiquis general en sí misma ya sus rasgos fundamentales, nada importa la parte de la superficie del planetaen que hayan nacido, pues estas características se presentan en igual grado entodos ellos, así como la propiedad gracias a la cual únicamente en aquelextraño planeta, a diferencia del resto del universo, tiene lugar el horribleproceso de «destrucción» de las existencias ajenas, es decir, como se la llamaen aquel malhadado planeta, la «guerra».

Además de esta particularidad principal de su psiquismocomún, se hallan completamente cristalizadas en ellos, constituyendo parte, porlo tanto, de sus presencias comunes — independientemente de dónde pueden habernacido y vivido— ciertas funciones conocidas con los nombres de «egoísmo,egolatría, vanidad, orgullo, engreimiento, credulidad, sugestionabilidad» yotras muchas propiedades completamente anormales e inadecuadas a la esencia delos seres tricerebrados de todo tipo.

De entre todas estas anómalas particularidades del ser,la más terrible para ellos, personalmente, es la llamada «sugestionabilidad». Yate explicaré alguna vez, en qué consiste esta tan extraña y en extremo singularcaracterística psíquica.

Una vez dicho esto, Belcebú se quedó pensativo durantelargo tiempo, más del habitual, hasta que por fin, volviéndose nuevamente haciasu nieto, dijo:

—Por lo que veo, estos seres tricerebrados que habitanaquel planeta peculiar llamado Tierra, te interesan considerablemente; puesbien, ya que durante nuestro viaje en la nave Karnak, tendremos, quieras queno, que hablar de multitud de cosas para pasar el tiempo, habré de contartetodo cuanto sé acerca de estos seres tricerebrados.

Yo creo que lo mejor para que llegues a tener una claracomprensión de lo extraño del psiquismo de estos seres tricerebrados quehabitan el planeta Tierra, será narrarte mis visitas personales a dicho planetaen su sucesión cronológica, además de los hechos que acontecieron allí duranteestos descensos y de los cuales fui testigo. Visité la superficie del planetaTierra seis veces en total, y cada una de estas visitas obedeció a diferentescircunstancias.



en Relatos de Belcebú a su nieto, 2004







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