viernes, noviembre 18, 2011

“El sabor del maquillaje”, de Simón Villalobos







y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y
 cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano
Allen Ginsberg



El sabor del maquillaje
imposible deshacerse de todo lo que va haciendo
un día hasta entonces 
lo que hizo contigo y cómo fue cavando sus gradas
en la carne 

rasgó los muros de noche
ahora se hiere de a poco con nuestras cabezas por señuelo
en un reportaje sobre la familia

conmigo, un trago más amargo
me he dedicado a adelantar sus movimientos
todo eso de lo que pudiese culparnos
como una torre en el tablero
se entierra una lanza en el torso
creyendo que con eso termina la función

me costó volver hoy por la calle de la gente, un hombre
arrastraba sus piernas lo subimos a un bus afirmándolo
mientras colgaba de los fierros

y entraron de golpe tras de mí
aquí nadie nos verá decían, una galería de muebles
que disponer
las paredes que resuenan entre los montones
o tropezamos en la tarde
y permanecimos afuera mientras oscurecía

porque te he matado mi amor, con la ley por testigo
y proyecto 
y me ha matado y el trozo de mí que permanece
viudo, mirándome o con la vista abajo
mordiéndose los labios como tirando hacia adentro
la piel con sus abrigos
las quemaduras de mi cara que arrastro
mi cabeza por señuelo 



en Al fin del mundo, 2011









Desde el VI Encuentro Internacional de Poesía del Valle de Colchagua







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