lunes, mayo 09, 2011

“Todo es verde”, de David Foster Wallace







Ella dice me da igual que me creas o no, es la verdad, puedes creer lo que quieras. Por tanto está claro que está mintiendo. Cuando dice la verdad se vuelve loca intentando que la creas. Por tanto creo que la he pillado.

Enciende un cigarrillo y aparta su mirada de mí, tiene un aspecto perverso con el cigarrillo encendido y mirando por la ventana mojada, y no sé muy bien qué decir.

Le digo Mayfly, no sé muy bien qué hacer ni qué decir y ya no me creo nada de ti. Pero hay cosas que sí sé. Sé que soy mayor y tú no. Y te doy todo lo que tengo que darte, con las manos y con el corazón. Todo lo que tengo dentro te lo he dado. He estado aguantando y trabajando duro to­dos los días. Te he convertido en la razón por la cual hago todo lo que hago. He intentado construir una casa para dár­tela, para que vivas en ella, y he intentado que sea un sitio agradable.

Enciendo otro cigarrillo y tiro la cerilla en el fregadero junto con otras cerillas, platos sucios, una esponja y cosas de esas.

Le digo Mayfly, mi corazón las ha pasado canutas por ti, pero ya tengo cuarenta y ocho años. Ya es hora de que no me deje arrastrar por las cosas. Tengo que tomarme una parte del tiempo que me queda para intentar sentirme bien conmigo mismo. Tengo que intentar sentirme como debería. Dentro de mí tengo necesidades que tú ya ni siquiera puedes ver, porque tú tienes demasiadas necesidades que te las tapan.

Ella no dice nada y yo miro por su ventana y noto que ella sabe que yo sé la verdad, y cambia de postura en mi sofá de jardín. Lleva unos pantalones cortos y se sienta encima de las piernas.

Le digo no importa en realidad lo que he visto o lo que he creído ver. Esa ya no es la cuestión. Sé que soy mayor y tú no. Pero ahora me siento como si yo te lo diera todo y tú ya no me dieras nada.

Tiene el pelo recogido con un pasador y varias horqui­llas y la barbilla apoyada en la mano, es muy temprano, pare­ce que ella está fantaseando con salir afuera a la luz brillante que hay al otro lado de la ventana mojada junto a mi sofá de jardín.

Todo es verde dice ella. Mira qué verde es todo Mitch. Cómo puedes decir que sientes todo eso cuando fuera todo es tan verde.

La ventana que hay junto a mi cocinilla se ha limpiado gracias a las lluvias torrenciales de anoche y muestra una ma­ñana soleada, todavía es temprano y fuera todo está muy ver­de. Los árboles son verdes y la hierba más allá de los badenes es verde y está empapada. Pero no todo es verde. Las demás caravanas no son verdes, y mi mesa de camping que está ahí fuera toda llena de agua y de latas de cerveza y de colillas flo­tando en los ceniceros no es verde, ni tampoco mi camión, ni la gravilla del aparcamiento, ni ese juguete de ruedas enormes tirado de lado bajo una cuerda de tender vacía de ropa junto a la caravana de al lado, en donde vive un tipo con unos críos.

Todo es verde dice ella. Lo dice con un susurro y yo sé que ese susurro ya no es para mí.

Tiro mi cigarrillo y le doy la espalda a la mañana con el re­gusto en la boca de algo que es del todo cierto. Me giro y la miro sentada bajo la luz en mi sofá de jardín.

Ella está mirando fuera, sentada en el sofá, y yo la miro a ella, y hay algo en mí que no consigue cicatrizar cuando la miro. Mayfly tiene un cuerpo hermoso. Y ella es mi mañana. Digo su nombre.





en La niña del pelo raro, 2000 (traducción)














1 comentario:

J. G. dijo...

este es de los buenos, es escritor digo