domingo, mayo 01, 2011

“El poeta todo lo puede”, de Alfredo Jocelyn-Holt







Harán sus ya cinco años, era pleno invierno, y corríamos. A toda velocidad, volábamos, en medio de una lluvia, a ratos torrencial, camino al aeropuerto. Habíamos estado en esos días en Chillán, de compras en el mercado y más arriba en la precordillera en su casa borde-río ("De lo alto del Nevado de Chillán baja turbulento El Renegado, que lo amarra a la leyenda"); de nuevo, de vuelta, por la noche, en su casa-larga azul, hablando de sus dos estadías en China, de Mao, de su paso por Cuba, del "Che" y el Mir ("A Miguel lo veo de chico con los calcetines en el suelo"), del exilio en Rostock en la RDA, que es donde -supongo- le vino lo de la gorra de marinero, de su biblioteca, de Alfonso Reyes, otro apasionado de los libros, de Rulfo y Octavio Paz, de una foto póster de los años 60 en uno de los escritorios, un monumento de mujer a cuerpo entero y desnudo ("Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas / gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar"). En fin, de Chile, del mundo.


Habíamos estado filmando un documental sobre su vida y obra desde hacía días. Jornadas agotadoras, en y fuera de la camioneta, saltando de un lugar a otro, pero como si nada para él. Esa mañana estuvimos en Lebu, donde contó cómo siendo niño escuchó en la plaza a Luis Emilio Recabarren; luego partimos a la Cueva del Toro que con él, cueva dentro, tronó más de lo normal. Tras almorzar, corrimos al aeropuerto. Yo tenía que llegar a Santiago, pero arreglos del camino nos detuvieron y quedó claro que no llegaríamos. Fue entonces cuando "Panchito", su chofer, cesante ese día (Gonzalo-hijo manejaba como un bólido), sugirió llamar a la intendenta y parar el avión: "El poeta todo lo puede". El poeta dormía como un niño; no llamamos y, por supuesto, perdí el vuelo.


"No es para tanto, nunca es para tanto". El poeta siempre tuvo algo de Buda y eso que movía montañas. En los años 50 y 60 puso a Chile en el mapa con una iniciativa única. Convocó a la flor y nata de América y el mundo a las Escuelas de Verano de la Universidad de Concepción: Linus Pauling, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Oscar Niemeyer, Julián Marías, Raúl Prebisch, Carpentier, Roa Bastos, Benedetti, Arguedas, Seoane, Salazar Bondy, Cortázar, Sábato, Fuentes, Thiago de Melo, Guayasamín, y un notable conjunto chileno: Neruda, A. Labarca, L. Oyarzún, J. Barrenechea, F. Alegría, H. Díaz Casanueva, Felipe Herrera, J. Donoso, José Ricardo Morales, Jorge Millas, los Parra, M. Serrano, Ester Soré y muchos otros. Un mural cultural en grande, a la "mexicana".


Como le reconociera a Marcelo Mendoza en Todos Confesos (2011): "En un mundo de inhibidos, de pelotas chilenos llenos de miedo, cagados de miedo, yo fui un desinhibido desde niño. Nací en un pueblito así de chico, pero nunca fui de villorrio. Siempre fui de mundo. Esa fue la virtud mía, si es que la hay". Fue asmático, le faltó aire y país, aunque no se quejaba, entendía lo que llamaba el respiro, el juego, los matices de la voz. "No es para tanto, nunca es para tanto".





en La Tercera, 30 de abril de 2011














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