miércoles, abril 20, 2011

«Libro de Jeremías», de Juan Carlos Villavicencio

Capítulo I




1. Han quedado las palabras de Jeremías, hijo de hombres que miraban más el cielo que las huellas en la arena de la noche. 

4. Desde mi sangre su voz se abrió entre las carnes hasta mí, diciendo: 

5. «Del atardecer del universo, como luna recién enfrentada al tibio sol en fuga te conocí, antes del respiro i de tus ojos asomándose bajo la cruz que ya vendrá, i te hice mi profeta por sobre el resto que camina. 

6. Las palabras aún no me habían sido reveladas por el paso de los vientos». 

7. Él me respondió: «Mi voz será tu ley i caminarás bajo el sol que te mande i les dirás todo cuanto ellos puedan comprender. 

8. Frente a nadie el miedo abrazará tus huesos, pues de ellos son i no nuestras las cadenas que los atan hacia el polvo». 

9. De sus ojos a mis labios sus visiones al mirarme. 

10. «Atalaya en esta tierra mía que te he dejado sobre todos, decide tú qué debes destruir i a quién debes arruinar, o sobre qué dominios levantarás los pueblos y sembrarás sus paisajes i destinos. 

11. ¿Qué ves entre la niebla, Jeremías?». ‘Veo en la verde colina las húmedas ramas de un almendro solitario’. 

12. «Sabes bien quién cuida tu espalda i cumple lo que dice que va a hacer. En mis manos la palabra como arcilla de una nueva obra ante el soplo de aquel fuego. 

13. Ahora dime qué sienten tus huesos bajo el peso de esta noche». Sentí en los poros ardor de encierro, prisión de almas i egoísmo i sangre por la espalda desde el norte. 

14. «El mal caerá como una ola de rabia desde el norte sobre los que creen caminar. 

15. Soy yo quién los ha llamado, hijos de muertos hastiados de odio, para que con su hiel llenen los pozos y entierren sus mentiras como banderas frente a los muros de la que fuera mi ciudad. 

16. ...i no seré yo quien olvide la ausencia de sumisión a cada huella sobre el mar, las horas i papiros, i todo mi dolor proferiré contra los que abandonaron los huesos de su hermano e incitaron con su egoísmo a cerrar los ojos ante el fuego i las sonrisas ya vejadas, esa noche. 

17. Tú, Jeremías, hermano mío, hazte cargo i levántate con todo el peso i háblales lo que te digo, a ver si me vuelven a escuchar; no, no temas, por favor… Porque eres mi escudo i no te doblegarás delante de ninguno que exhale miedo de su piel. 

18. Porque ésta es la esperanza i éstos son los tiempos que te verán caer i levantarte con más heridas frente a ellos, i no podrán contra ti porque estaré en tus manos como espada ardiente i certero abrazo. 

19. Todos querrán enfrentar tu osadía, pero no te vencerán; en tus ojos llevas el ocaso de un tiempo en llamas por todas las distancias que se han dado contra mí».


2008 








 Pintura: «Jeremías lamentando la destrucción de Jerusalén», de Rembrandt, 1630






















1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente. Como la profecía es una palabra fuera del tiempo, no es tan sólo predicción sino juicio y luz sobre el pasado y el presente.

RM