viernes, abril 01, 2011

“El gran retrato”, de Dino Buzzati

Fragmento






La fina voz se había disipado de improviso.

Ahora, en la concavidad del inmenso establecimiento se engolfaba el silencio, pero, ¿era silencio?

Al principio, con una escucha distraída, no se percibía nada. Después, poco a poco, del silencio mismo salía una impalpable resonancia. Era como si de todo el complejo de la máquina, de la inmensidad total del apocalíptico cañón, brotara un murmullo de vida, vibración de las profundidades, radiación indefinible. Lentamente, en los atónitos oídos, se formaba un zumbido melodioso de una consistencia tan tenue, que quedaba la duda de si era verdadero o sugestión. Tal vez una respiración inmensa que subía y bajaba lentamente, soberana ola de océano, que de vez en cuando se apagaba con animaciones gozosas en las cavidades de los lisos acantilados. O tal vez sólo fuese el viento, el aire, el movimiento de la atmósfera, porque nunca había existido en el mundo algo semejante, que fuera a un tiempo peñas, fortaleza, laberinto, castillo y selva y cuyas innumerables ensenadas de formas innumerables se prestaran a resonancias jamás oídas.

Pero, más que el sonido o el zumbido o la respiración, se percibía una presencia, una corriente invisible, una fuerza latente y comprimida, como si bajo la superficie de todas aquellas construcciones descansara una armada de regimientos y regimientos o, mejor dicho, estuviera tumbado, en duermevela, un gigante mítico, de miembros como montañas o, mejor aún, un mar, de tibia carne joven y viva, que levitara, pero no salvaje ni enemigo. No era una agazapada potencia amenazadora ni una pesadilla ni un monstruo, porque, por encima de cualquier otra percepción, permanecía en los presentes —como después de escuchar ciertas músicas— una sensación incomprensible de saciedad y frescura, una disposición a la benevolencia y a la risa.




1960















1 comentario:

J. G. dijo...

buen trabajo del retratista para un gran relatista