martes, marzo 15, 2011

"Fahrenheit 451: ¿El fin de la literatura?", de Arcadio Bolaños





¿Cuál es el futuro de la literatura? ¿Su fin está acerca? Estas interrogantes marcan el inicio de la entrevista [de Michael Pfeiffer] con Rafael Argullol. Indagar sobre el destino de la literatura parece ser una tarea esencial. Argullol considera que se corre el riesgo de caer en conclusiones ingenuas; responder cuál es el destino de la literatura es, en cierto modo, como intentar absolver una de las preguntas sin respuesta que él plantea. Por otro lado, Martha Nussbaum también cuestiona el propósito —ese otro fin— de la literatura en comparación con el texto filosófico. En lugar de un interrogante abstracto y general, lo más indicado para abordar la problemática literaria es elegir un texto literario, y sobre la base del mismo, intentar responder a las preguntas que ambos autores se plantean.

De acuerdo con Nussbaum, cuando uno escribe busca ser comprendido por otros, y eso hace que uno mismo, al escribir, asuma en cierto modo el papel de un filósofo. También, ciertas verdades de la vida humana pueden expresarse mejor a través del arte narrativo, de lo literario. Tanto el filósofo como el escritor, por tanto, comunican su propia visión del mundo, su forma de entender la vida. Nussbaum lo explica de este modo:

«The second claim is that certain truths about human life can only be fittingly and accurately stated in the language and forms characteristic of the narrative artist» (La segunda reivindicación consiste en que ciertas verdades sobre la vida humana pueden sólo ser como es debido y con exactitud cuando son declaradas mediante el lenguaje y forman parte característica del artista de narrativa).

De este modo, la literatura no es una simple fuente de entretenimiento; se trata de algo trascendente, imprescindible para vislumbrar la variedad y complejidad de la vida humana. Y, por esto mismo, cuesta adaptarse al diagnóstico que plantea Argullol; según este autor español, hoy en día se leen menos libros que antes, y lo más grave es que la gente recurre cada vez más a libros que son meros simulacros; las palabras de Argullol crean preocupación sobre el futuro de la literatura.

En la novela Fahrenheit 451, del escritor estadounidense Ray Bradbury, se plantea un posible, y terrible, futuro: la gente es prisionera de un régimen totalitario y tirano, y los libros, como tantas veces ha ocurrido en el pasado, son objetos subversivos que deben ser eliminados a toda costa. En este ámbito las ideas de Argullol y Nussbaum aportan un valioso enfoque. La ciencia-ficción como género, por ejemplo, recupera validez a partir de las palabras de Argullol: «el poeta es aquel que desarrolla o expresa todas las posibilidades de lo que pudiera pasar»; y eso es, precisamente, lo que se encarga de hacer el escritor norteamericano con esta narración. Para Argullol la tarea del escritor es muy clara: «lo propio del artista, en este caso del escritor, es indagar no en una sola dirección sino en todas las direcciones posibles». Para Nussbaum, lo literario es una forma de alcanzar una verdad más profunda; lo importante es «the complexity and variety revealed to us in literature» (la complejidad y variedad revelada a nosotros por la literatura).

Es en este mundo alternativo, o posible, donde se desenvuelve la vida del protagonista, Guy Montag. Se trata de un sujeto cualquiera, incluso su propio nombre parece resaltar su condición de hombre común y corriente (guy: tipo, sujeto, hombre, en inglés) Es bombero y su trabajo consiste en quemar libros. De esta manera, el lector está frente a un habitante más de ese mundo, pero que así como desempeña una labor destructiva, es también capaz de cambiar y renovarse a sí mismo, como una persona cualquiera.

Del mismo modo que Nussbaum reflexiona sobre cómo debe vivir uno, Montag empieza a hacerse la misma pregunta a raíz de su encuentro con una adorable chica, Clarisse. Nada nos hace más humanos que el contacto real con otro ser humano. Y Clarisse es quien humaniza al protagonista, y lo obliga a cuestionar la validez ética de su propia existencia. No le tiene miedo y lo enuncia de la siguiente manera: «Tanta gente tiene miedo. De los bomberos quiero decir. Pero usted es sólo un hombre...». Vale la pena señalar que cualquier régimen, por cruel e inhumano que sea, está justamente constituido por personas «comunes y corrientes, igual que el protagonista de esta historia, personas que encarnan la noción griega de deinós; es decir, son capaces de provocar asombro y a la vez pavor; asombro, cuando son capaces realizar nobles empresas, y pavor cuando demuestran todo el poder destructivo y el odio que residen en el espíritu humano. Clarisse lo sabe, o al menos lo intuye, y con ella empieza un irreversible cambio en la vida de Montag, porque ahora estará más cerca al asombro que al miedo. Todo se manifiesta con una simple pregunta: «¿Leyó alguna vez alguno de los libros que quema?». La duda empieza a gestarse en el personaje, y al final su respuesta no puede ser más reveladora: «—piensas demasiadas cosas— dijo Montag, incómodo». Pensar demasiado puede ser percibido, en efecto, como algo negativo. La sociedad en la que ambos viven hace mucho que ha entrado en un profundo letargo; hace falta despertar en los demás la capacidad de pensamiento. Tal como el mismo Sócrates se comparaba con un tábano que picaba y despertaba a la polis, Clarisse se convierte en ese tábano para Montag, es ella quien lo despierta.

Pero pensar significa darse cuenta de lo que ocurre, observar lo que antes se pasaba por alto; una actividad muy poco placentera para el bombero. Es así como acepta la adicción de su mujer por las píldoras para dormir, un hecho que se hace innegable cuando la encuentra fría y sin pulso a causa de una sobredosis. El problema se arregla rápidamente: «No es necesario un médico para estos casos; bastan dos ayudantes; lo arreglan todo en media hora». Hay demasiados casos de suicidio accidental, cada vez más personas mueren en accidentes de tránsito provocados por ellos mismos o por tomar, sin darse cuenta, demasiadas pastillas para dormir.

La verdad ética es observada en este capítulo. Nussbaum señala lo siguiente: «In short, one’s beliefs about the ethical truth shape one’s view of literary forms, seen as ethical statements» (En síntesis, uno cree que la verdad ética forma nuestro punto de vista sobre las formas literarias, observadas como declaraciones éticas). En estas páginas, Ray Bradbury hace una declaración ética, y expresa su rechazo por este tipo de sociedades que deshumanizan y destruyen a sus habitantes aunque estos no se percaten de nada. Por ejemplo, Mildred, la esposa de Guy Montag, le dedica todas las horas posibles a sus tres gigantescas paredes de televisión (el home theater llevado al extremo); y no ve nada de malo en ello.

Montag sostiene numerosas conversaciones con Clarisse, y es así como se va forjando una gran amistad entre ambos; ella es, en cierto modo, una marginada: «Dicen que soy insociable. No me mezclo con la gente. Es raro. Soy muy sociable realmente. Todo depende de lo que se entienda por social ¿no es cierto? Para mí ser social significa hablar con usted de cosas como éstas». Nussbaum comprende que la percepción es una habilidad ética; se trata de discernir con precisión los rasgos principales de una situación particular; e indica textualmente lo siguiente: «The Aristotelian conception argues that this ability is at the core of what practical wisdom is» (La concepción aristotélica argumenta que esta capacidad está en el corazón de lo que es la sabiduría práctica). Clarisse es, por lo tanto, alguien de gran sabiduría práctica, y es esta sabiduría de la cual contagia al bombero. Ella lo lleva a cuestionarse, una y otra vez, el mundo que los rodea: «Me gusta la gente. Pero no creo que ser sociable signifique reunir un montón de gente y luego prohibirles hablar, ¿no es cierto?... En fin, ya sabe cómo es eso. Nunca hacemos preguntas, o por lo menos casi nadie las hace». Lo interesante es que la prohibición nunca es explícita, la gente está tan acostumbrada a conectarse a sus inmensas pantallas de televisión y a consumir incansablemente los productos constantemente anunciados por doquier, que ha olvidado lo que significa el diálogo, a tal punto que sin la televisión de por medio, dos personas no son capaces de convivir en el mismo espacio por un tiempo determinado.

La sociedad de consumo ha llegado a su máxima expresión. La prueba está en la conclusión a la que llegan ambos personajes; Clarisse afirma que la gente no habla de nada, cuando Montag quiere refutar, ella responde «No, no, de nada. Citan automóviles, ropas, piscinas, y dicen ¡qué bien! Pero siempre repiten lo mismo, y nadie dice nada diferente...». Es notable la similitud entre lo que Bradbury vislumbraba en la década del cincuenta con lo que todos vivimos hoy en día, palabras como consumismo han pasado a formar parte del vocabulario universal; y el consumismo es una experiencia que se vive, con mayor o menor intensidad, al menos en todos los países occidentales. Nussbaum escribe lo siguiente: «Built into the very structure of a novel is a certain conception what matters» (Incorporada en la estructura misma de una novela es una cierta concepción que importa). Para Bradbury lo que importa es la relación entre las personas, la comunicación humana; se opone firmemente al dominio de lo material, su auténtica pesadilla es ese mismo futuro que describe en su novela, un futuro en el que existen «un millón de libros prohibidos».

A través de la ficción, uno es capaz de visualizar situaciones que muy difícilmente podrían tener lugar en la realidad cotidiana. Nussbaum lo explica del siguiente modo: «we have never lived enough. Our experience is, without fiction, too confined and too parochial» (Nunca vivimos lo suficiente, nuestra experiencia es, sin ficción, demasiado confinada y demasiado parroquial). Es por eso que, cuando una mujer intenta defender su biblioteca, el lector se enfrenta a una escena conmovedora, que lo saca de los angostos límites de lo real; la mujer ya ha perdido su libertad individual y está por perder sus libros, es una pérdida tan grande que siente que ha perdido su vida y, por lo tanto, se sacrifica en las llamas. Beatty, el capitán de los bomberos, exclama lo siguiente: «Además, estos fanáticos son siempre suicidas». Todo está cambiando para Montag, ya no es el mismo hombre de las primeras páginas. Ahora su reacción es violar la ley y ocultar libros en su casa, aunque esté construyendo así su propia hoguera.

Tal vez el momento más triste de la novela tiene un impacto especial sobre el lector por la forma en que está narrado. La muerte de Clarisse llega como una noticia en diferido, con varios días de atraso, y es así como Montag debe asumirla, como un hecho ya consumado que quizá intuía en el fondo de su corazón pero que se negaba a aceptar; y es uno de esos momentos en los que uno se pregunta si es posible encariñarse con un personaje de ficción. Nussbaum estudia la relación entre la novela, las emociones y el público lector: «Certainly the novel as form is profoundly committed to the emotions; its interaction with its readers takes place centrally through them» (Ciertamente, la novela como forma está profundamente comprometida hacia las emociones; su interacción con sus lectores ocurre en el centro de ellas). Es indudable que algunos momentos de Fahrenheit 451 despiertan muchas emociones en el lector, sobre todo a medida que Montag va redescubriendo sus propios sentimientos y pulsiones vitales: «y de pronto todo le pareció tan falso que empezó a llorar, no ante la idea de la muerte, sino ante la idea de no llorar la muerte».

Montag está sumamente intrigado, los libros han dejado de ser un objeto sin sentido y se han transformado en algo más que él mismo no es capaz de definir ni comprender: «Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar, para que una mujer se deje quemar viva. Tiene que haber algo. Uno no muere por nada». Los libros encierran, quizá, la única verdad conocida sobre el ser humano. Para Argullol la creación implica una reflexión sobre las verdades fundamentales de la vida: «El ensayo es tentativa, pero el poema también es tentativa y la narración también es tentativa. En todos los casos hay una aproximación, si se quiere fantasmagórica, al problema de la verdad». Tiene que haber algo en los libros, en efecto, pero algo valioso y a la vez tan peligroso que diversos gobiernos autoritarios se hayan sentido amenazados o incordiados por ellos. Montag continúa reflexionando: «Y pensé en los libros. Y por primera vez comprendí que detrás de cada libro hay un hombre. Un hombre que tuvo que pensarlo. Un hombre que empleó mucho tiempo en llevarlo al papel». Cada libro representa a un hombre o a una mujer; y, sobre todo, un intento de aproximación al problema de la verdad; al reconocer la validez de la literatura, el protagonista reconoce la importancia de la vida de los demás; a través de la literatura y de lo que ella representa, se da cuenta, por así decirlo, de la fragilidad del bien: «Y a algún hombre le costó quizá una vida entera expresar sus pensamientos y de pronto llego yo y, ¡bum! y en dos minutos todo ha terminado».

Otro momento de gran relevancia filosófica en la novela es la charla entre el capitán Beatty y Montag, en la que se explica cómo nació y se fortaleció el totalitarismo reinante; es especialmente interesante comparar los puntos de vista del autor estadounidense y del español: estas son las ideas que expresa el personaje de Beatty: «Luego las películas cinematográficas, a principios del siglo veinte. La radio, la televisión. Las cosas comenzaron a ser masas». Se está hablando de medios masivos de comunicación, que actualmente incluirían internet; del peso que estos medios ejercen sobre todo lo demás, en especial sobre la palabra escrita. Argullol, en relación a esto, aclara lo siguiente: «Ahora bien, creo que los que nos movemos con la palabra escrita, deberíamos ser muchísimo más cautos y más audaces en nuestra relación con lo que llamamos cultura de la imagen. En primer lugar, porque esta relación ya es irreversible en el siglo XX gracias por ejemplo a la cinematografía». Ambos llegan a una misma conclusión: la imagen, lo visual, es masivo, y definitivamente influye sobre la literatura. Cómo influye es ya un asunto diferente; para Bradbury, la relación más bien parece ser negativa, mientras que para Argullol no es ni buena ni mala, simplemente es. En consecuencia, para Beatty la masificación es sinónimo de simplificación: «—Y como eran masa, se hicieron más simples— dijo Beatty— En otro tiempo los libros atraían la atención de unos pocos, aquí, allá, en todas partes. Podían ser distintos. Había espacio en el mundo. Pero luego el mundo se llenó de ojos, codos y bocas. Doble, triple, cuádruple población». Se reconoce, aunque incómodamente, el horror a la sobrepoblación, quizá una de las tantas amenazas que podrían perturbar el porvenir de las naciones.

La visión de Beatty es muy clara: «La vida es lo inmediato, sólo el trabajo importa. Divertirse, sí, pero después de las horas de trabajo». Lo inmediato, de esta manera, se opone firmemente a lo trascendente, es decir el trabajo y la diversión (o el consumo) se han convertido en mortales enemigos de todo aquello que busque trascendencia, como la literatura. Argullol medita sobre este hecho: «Un escritor, en una obra literaria, debe vincularse a los signos de su tiempo, pero a su vez tiene una voluntad secreta, consciente o inconsciente de trascendencia». Por lo tanto, el mundo de Montag está condenado a desechar todo lo literario, y por tanto, todo lo artístico, para vivir ciegamente en un presente que carece de significado.

De acuerdo con Nussbaum, el antiguo debate entre poetas y filósofos giraba en torno a un solo tema: «The subject was human life and how to live it» (El sujeto era la vida humana y cómo vivirla). Para el capitán Beatty, que es el epítome de la sociedad descrita en la novela, la vida humana debe ser vivida de una sola manera: sin pensar demasiado, teniendo en cuenta solamente lo inmediato, y consumiendo productos. El deseo de renunciar al pensamiento se presenta, incluso, como algo atractivo: «Deportes al alcance de todos, espíritu de grupo, diversión y no hay que pensar, ¿eh?». En este futuro, la inteligencia es una desagradable amenaza: «la palabra intelectual se convirtió en la interjección que merece ser. Uno siempre teme las cosas insólitas. Recuerdas seguramente a un compañero de escuela excepcionalmente brillante... ¿y no era este mismo compañero al que golpeabas y torturabas al salir de la escuela?». Una población con un mismo nivel intelectual es siempre más fácil de manejar y someter, esta idea ya está presente en obras como 1984 de George Orwell o en novelas gráficas como V de Vendetta de Alan Moore, en las que la falta de cultura es una de las mayores debilidades del pueblo sojuzgado. Pero a Beatty no le preocupan estas cuestiones: «No nacemos libres e iguales, como dice la Constitución, nos hacemos iguales. Todo hombre es la imagen de todos los demás, y todos somos así igualmente felices». El carácter subversivo de los libros es innegable; y así lo entiende Beatty: «La conclusión es muy sencilla. Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada». El arma debe ser neutralizada, quemada; y en eso consiste la labor esencial de los bomberos, en salvaguardar la sociedad.

¿Cuál es la vida buena que las personas deben vivir? La búsqueda ética sin duda incluye a la felicidad, pero para Beatty la autocomplacencia es el reemplazo perfecto de la felicidad: «¿Qué queremos en este país, por encima de todo? Ser felices, ¿no es verdad? ¿No lo has oído centenares de veces? Quiero ser feliz, dicen todos. Bueno, ¿no lo son? ¿No los entretenemos, no les proporcionamos diversiones?». En la República, [Platón describe cómo] Sócrates discute sobre la polis ideal; en un momento, se plantea una ciudad en la que todos sus habitantes estén constante y correctamente alimentados, vestidos apropiadamente, calzados cómodamente, con medicinas y todo lo necesario para el cuidado del cuerpo; existe la tentación de creer que esa es la ciudad perfecta, pero Sócrates señala el error, esa ciudad se diferencia muy poco de un corral de cerdos, la ausencia de civilización y de cultura hace a la humanidad más animal y más primitiva; es la cultura y el arte lo que muchas veces nos ayuda a encontrar sentido a la existencia, y Sócrates es consciente de ello. La ciudad en la que vive Montag es idéntica a la que es criticada por el filósofo griego.

Y es precisamente la ruptura con la tradición, con la civilización que los ha precedido lo que defiende el capitán de los bomberos: «No aflijamos a los hombres con recuerdos. Que olviden». La virtud del fuego es purificar y destruir todo, y estos bomberos consideran que su actividad es indispensable para el buen funcionamiento de la urbe.

Cuando Aristóteles afirmaba que todos los hombres tienden al saber estaba en lo correcto, por lo menos desde una perspectiva ética. Aquellos que no tienden al saber dejan de ser hombres, es decir, se deshumanizan, y eso es exactamente lo que ha ocurrido con la población entera de la nación estadounidense de esta historia: «No les des materias resbaladizas, como filosofía o psicología, que engendran hombres melancólicos. El que pueda instalar en su casa una pared de TV, y hoy cualquiera puede hacerlo, es más feliz que aquel que pretende medir el universo, o reducirlo a una ecuación». Beatty es sumamente persuasivo, intenta convencer a Montag de la importancia de su labor, y demuestra al mismo tiempo lo fácil que resulta manipular a las personas: «Somos un dique contra esa pequeña marea que quiere entristecer el mundo con un conflicto de pensamientos y teorías».

Montag quiere leer un libro con su mujer, piensa que es una manera para escapar: «Tenemos que salir de algún modo, averiguar qué nos pasa, a ti con tus medicinas para la noche y el automóvil, y a mí con mi trabajo. Vamos hacia el abismo, Millie». Aquí hay un claro indicio de lo que preocupa al autor, es decir, el destino no solamente del libro sino de la humanidad entera. Nussbaum habla de encontrar «a sense of what life is and what has value» (un sentido de lo que es la vida y cuál es su valor); y es en estas páginas en las que el escritor hace evidente que la vida no es la actividad rutinaria a la que se ha visto reducida la existencia de la gente, sino aquello que de verdad tiene valor y que se encuentra del todo ausente en esa sociedad ensimismada.

Faber, único amigo de Montag, es un personaje que representa la renuncia voluntaria a la libertad: «Vi el camino que tomaban las cosas, hace tiempo. No dije nada… no hablé y me convertí así en otro culpable más». Aquí se comprueba la irresistible tentación de ser cómplices del régimen existente; porque es siempre más fácil rendirse antes que luchar. Savater ha analizado este fenómeno: la gente, a menudo, opta por perder su libertad; la libertad se convierte en una responsabilidad y una carga tan pesada que pocos están dispuestos a sobrellevarla. También Faber señala un hecho sintomático: «No olvide que los bomberos trabajan poco. El público mismo abandonó la lectura espontáneamente». George Steiner hablaba del fin del libro, y eso es lo que ocurre, literalmente, en este desesperanzador futuro.

Al final de la novela, Montag ha huido de la ciudad y se encuentra con un grupo de vagabundos que guardan un gran secreto: «Somos quemadores de libros también. Los leemos y los quemamos, temiendo que los descubran... Mejor guardar los libros en las viejas cabezotas, donde nadie puede verlos ni sospechar de su existencia». Tal vez este sea uno de los más hermosos desenlaces en una novela de Bradbury. Queda, incluso en ese aciago futuro, un hálito de esperanza. Los libros existirán en tanto vivan personas que los lean. Los libros no existen por sí mismos, existen por y gracias a los lectores.

El espacio vacío, un actor y un espectador, eso es todo lo que se necesita para que exista el teatro, nada más; al menos así lo entiende Peter Brook. Del mismo modo, para la literatura se requiere únicamente de un libro y un lector, y en última instancia, a diferencia del teatro, solamente del lector. El libro reside en la mente, es la mente del lector la que interpreta, asimila y comprende el libro. Resulta imposible hablar de literatura sin tener en cuenta a los lectores. Por eso la solución que el grupo de nómades intelectuales ha encontrado es la mejor posible.

Montag presta mucha atención a las frases de este grupo de gente : «Pero eso es lo maravilloso en el hombre; nunca se descorazona o disgusta tanto como para no empezar de nuevo». Es el noble ideal que está presente en el poema “If” de Rudyard Kipling, en el que la idea principal es que si uno puede observar el rompimiento de las cosas a las que dio su vida, e inclinarse a reconstruirlas, si puede arriesgarlo todo y perderlo todo, y empezar de nuevo, entonces uno podrá alcanzar la gloria como individuo. La humanidad se acerca a una extinción que ella misma ha creado, pero Montag, junto con innumerables refugiados esparcidos a lo ancho del continente americano, guardan en sus mentes los libros, conservan la esperanza de transmitir esa literatura en un futuro menos nefasto.

El éxito de Bradbury no radica en presentar una sociedad monstruosa, sino en subrayar la apatía generalizada de la población, que ve televisión, gana y gasta dinero, y prefiere vivir ensimismada antes que entrar en contacto con el otro. El totalitarismo, en Bradbury, no empieza con una gran explosión ni con el Apocalipsis nuclear. No. Empieza cuando la gente deja de leer, o tal vez, cuando solamente lee libros de autoayuda y aparta de su vida al arte, en todas sus vertientes. Empieza con algo, así de sutil, así de insignificante, y es por eso que cuando Argullol nos recuerda que cada día se leen menos libros y que lo que más lee la gente es libros simulacro, puede uno empezar a preocuparse por lo que ocurrirá en el futuro.

Argullol, define la literatura como «experiencia más experimento». Y en Bradbury el experimento alcanza un nivel superior, el mundo que crea en Fahrenheit 451 puede ser visto como una probabilidad lejana pero paradójicamente cercana. A menudo, profundas reflexiones filosóficas pueden ser halladas en obras de estricto carácter literario; y es así como lo entiende Nussbaum cuando, al referirse a las preguntas y problemas afirma lo siguiente: «The fact that by far the most natural and also fruitful way to pursue them seemed to me to be, then as now, to turn to works of literature» (El hecho que de lejos era el más natural y también el más fructífero me parece, entonces como ahora, volver a los trabajos literarios).

La lectura de la entrevista permite enlazar al escritor de ciencia-ficción con lo más avanzado en el terreno de la literatura, porque es la literatura de lo posible, la literatura del borde del conocimiento, la literatura que se dedica a especular sobre todo tiempo (no sólo pasado y futuro, sino todas las líneas temporales posibles) y todo espacio (la galaxia, los sistemas planetarios, los universos paralelos, etc.)

La exploración y la investigación como sustentadoras del acto literario están muy presentes en Bradbury; su capacidad de prospectiva es innegable, estamos en cierta forma viviendo en un mundo de ciencia-ficción, que se relaciona con las tecnologías creadas o imaginadas primero en relatos de ciencia-ficción y luego plasmadas en nuestra realidad; la tecnología y la ciencia se han ligado definitivamente a la humanidad, y el acierto del escritor es abarcar no sólo la realidad construida sino la realidad a construirse, y convertirla en el objeto de pensamiento esquivo pero presente en las definiciones que Argullol proporciona en la entrevista.

Finalmente, la literatura tiene como único fin las preguntas. No es una fuente de respuestas, su único deber es hacer que el lector se cuestione sobre la condición humana y despertar en él su capacidad de asombro.







Bibliografía
:: Bradbury, Ray. FAHRENHEIT 451. 1953. Trad. Francisco Abelenda. Buenos Aires: Ediciones Minotauro, 1958
:: Brook, Peter. THE EMPTY SPACE. Middlesex: Penguin Books, 1972
:: Carvallo Rey, Constantino. DIARIO EDUCAR. Lima: Aguilar, 2005
:: Kipling, Rudyard. OBRAS ESCOGIDAS. Madrid: Aguilar, 1967
:: Pfeiffer, Michael. Entrevista con Rafael Argullol. EL DESTINO DE LA LITERATURA. Barcelona: El Acantilado, 1999. 13-36
:: Nussbaum, Martha C. INTRODUCTION: FORM AND CONTENT, PHILOSOPHY AND LITERATURE
:: Love’s Knowledge. Essay on Philosophy and Literature. New York: Oxford University Press, 1990
:: Platón. LA REPÚBLICA. c. 370 AC. Madrid: Alianza Editorial, 2000
:: Savater, Fernando. ÉTICA PARA AMADOR. 1991. Bogotá: Editorial Ariel, 1993











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