lunes, diciembre 06, 2010

“Para poder escribir debo estar contenta”. Entrevista a María Luisa Bombal, de Martín Laso







María Luisa Bombal, viñamarina de nacimiento y ascendencia francesa, refinada, culta, con mucho sentido del humor y por sobre todas las cosas escritora, nos recibe en un amplio y acogedor departamento.

A María Luisa Bombal, a pesar de no haber tomado nunca los pinceles, le gusta mucho la pintura y es gran conocedora de ella a través de su primer marido, Jorge Larco, un excelente pintor argentino, de quien enviudó muy joven. Su segundo marido, Fal de SaintPhalle era francés, de familia de banqueros, quien para seguir su carrera se nacionalizó norteamericano. Por ese motivo María Luisa vivió muchos años en Estados Unidos, donde tiene actualmente una hija norteamericana y paradójicamente doctora en matemáticas.

A pesar de haber nacido cerca del mar, confiesa que le gustan más los ríos y los bosques y que le fascina el sur de Chile. La cordillera, en cambio, la atemoriza; le gusta sólo para verla de lejos como un hermoso y gran telón de fondo.

Le gustan los caballos y los perros policiales.

Se ha acostumbrado a vivir en Santiago, donde hay más vida artística y literaria. Tiene muy buenos amigos entre la gente de letras. De ellos se refiere especialmente, con gran cariño y admiración, a Alone, Hernán Díaz Arrieta, a quien suele visitar.

Cuando vivió en Argentina escribió artículos y crítica cinematográfica en la revista Sur y después enviaba sus colaboraciones desde Washington. Recuerda que, estando en Buenos Aires, Libertad Lamarque le pidió que le escribiera un guión cinematográfico, a lo que ella accedió: fue el de la película "La casa del recuerdo".




¿Usted ha escrito poco o ha publicado poco?
Hay muchas cosas que no he publicado, pero ya lo haré. Tengo que retomarlas y pulirlas.

¿Ha publicado sólo tres obras?
Sí. La última niebla, en 1934; La amortajada, en 1938 y La historia de María Griselda. Este libro se editó primero en Quillota y después en Santiago.

Ahora, ¿en qué está trabajando?
Hace dos años que estoy trabajando en una novela, pero diversas circunstancias me han dado poca ocasión de concentrarme lo suficiente como para terminarla. Esto me inquieta, pues hay un personaje de esa novela que se me ha transformado en una obsesión. A veces, en sueños, lo veo sentado a los pies de mi cama, desde donde me dirige reproches porque no termino de escribir el libro. Despierto desesperada. Además estoy escribiendo dos cuentos muy lindos, uno se llama "Noche de luna", es muy difícil explicarlo, pues es muy sutil. El otro se llamará "El Señor de mayo", porque trata de lo que sucede a una familia antes y después del terremoto.

¿Cuánto se demoró en escribir La última niebla?
Un año. En cada libro he demorado un año.

De sus obras, ¿cuál considera la más importante?
Todas. Para mí son importantes todas. Me cuesta tanto escribirlas que me enamoro de ellas.

Sus libros, ¿le han dado dinero?
Sí, bastante, lo que no es lo acostumbrado. Mis libros se han publicado en diversos países. Yo misma los traduje al inglés, ayudada por un diccionario. Lo curioso es que del inglés se han hecho las traducciones a los otros idiomas, no del castellano.

Usted también publicaba en revistas…
Sí. En la revista Sur publiqué muchos artículos y críticas cinematográficas.

¿Conoció a Victoria Ocampo?
¡Por supuesto! Era mi editora. En esa época yo formaba parte de los escritores jóvenes, así es que la trataba con mucho respeto. Conmigo fue muy generosa, no me cobró nunca el porcentaje que su Editorial Sur debía recibir por las traducciones de mi obra a otros idiomas. Yo he sido la única escritora chilena que ella publicó. Victoria Ocampo era una mujer muy interesante, muy inteligente, de figura majestuosa, dueña de una gran fortuna, de su editorial, de la revista, una verdadera reina de las letras. Invitaba a Buenos Aires a grandes escritores, como Ortega y Gasset, y otros.

¿Con qué escritores ha tenido usted amistad o se ha sentido ligada?
Con Pablo Neruda, a quien conocí aquí, y luego traté mucho en Buenos Aires. También conocí bastante a García Lorca. Era un hombre encantador, muy entretenido, lleno de sencillez. Cuando nos reuníamos un grupo de amigos, nos recitaba apenas se lo pedíamos. Recuerdo que tenía mucho talento y gran sentido del humor.

En Viña y Valparaíso hay un movimiento de escritores y poetas jóvenes. ¿A quién conoce de ellos?
A Sara Vial, a quien admiro mucho. Como poeta es tan alegre, tal como es ella misma, atrayente y llena de vitalidad. Patricia Tejeda es otra escritora a quien considero muy importante.

En Santiago, ¿hace alguna vida literaria?
Por supuesto. Me veo con muchos poetas y escritores, incluso vivo con una poeta, Isabel Velasco.

¿Cómo es su horario para escribir?
Antes era muy ordenado. Escribía todos los días después de almuerzo, toda la tarde, ahora ando un poco desconcentrada. Pero a menudo, mientras estoy sentada conversando o escuchando conversar a otros, de repente me encuentro escribiendo mentalmente, tomando notas, que luego me apresuro a escribir, pero sin ponerme hora fija, sólo hasta que puedo.

¿Sabe exactamente lo que va a escribir?
Sé exactamente qué escena voy a escribir y dónde pondré tal o cual pensamiento. Generalmente va coincidiendo en el papel lo que yo tengo en la mente. Pero para poder escribir tengo que estar contenta, tener calma. No puedo hacerlo cuando no me siento bien. No entiendo que haya escritores que se fijan metas de tantas páginas o palabras por día. Yo creo que hay que estar en ánimo de escribir.

De los poetas chilenos, ¿cuál prefiere?
Gabriela Mistral.

¿La conoció?
Mucho. Aún conservo cartas de ella. La conocí en Argentina, después en Estados Unidos la vi mucho; cada vez que ella iba a Washington o a Nueva York preguntaba por mí y pedía que me ubicaran para vernos. Era un ser muy encantador, muy generoso, se interesaba mucho por la gente. Era tan profunda y tan sencilla…

¿Qué otros poetas chilenos le gustan?
Desde luego Pablo Neruda. También Juan Guzmán Cruchaga, a quien conocí mucho en Viña. Es un poeta que no cambió con los años, es el mismo en todos sus libros. El último de ellos me pareció muy lindo. También me gusta mucho la poesía de González Urízar.

¿Le gustan los poetas modernos?
Hay algunos que me parecen muy buenos: Sergio Hernández, Jaime Saavedra, de trágico fin. Su libro, Recalada incierta, me gustó mucho. Isabel Velasco es una excelente poeta.

¿Y entre los prosistas?
González Vera, a quien conocí hace muchos años vendiendo pieles tras un mostrador. Recuerdo que Marta Brunet me lo presentó. Otro escritor que siempre me ha gustado mucho es Pedro Prado.

¿Qué sensación tiene respecto al Premio Nacional de Literatura, o sea, qué siente cuando se lo dan a otra persona y no a usted?
Me da un ataque de rabia, pero después se me pasa… gracias a Dios.

¿Cómo definiría usted su fe religiosa?
Yo creo en Dios, en la Santísima Virgen, en la Historia Sagrada, en lo que dice la Biblia. Siento la fe. He tenido épocas en mi vida en que he estado muy enojada con Dios, pero después me he dado cuenta de que es inútil. Dios gana siempre. Soy bastante religiosa, pero tengo un entendimiento especial con Dios. Voy a misa cuando quiero ir y sé que Dios me comprende.

¿A usted le gustaría vivir hasta una edad muy avanzada?
No. No me gustaría, porque me desagrada estar enferma. Vivir sí, pero teniendo buena salud, con ánimo para disfrutar de los buenos momentos. Estar enferma es como vivir en vano.




en Qué Pasa, nº471, 24 de abril de 1980















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