jueves, agosto 13, 2009

«N», de Julio Espinosa Guerra






En la orilla de esta playa, un cuerpo, con la piel más negra si se puede, orca varada resoplando su agonía. Por los ojos, tan rojos como las paredes arcillosas de un pueblo olvidado con los años, la espera de unos cueros que todavía se agitan en el rincón más oscuro de la habitación. Además, la sed: un pozo seco que llora cuando baja un tiesto hasta su entraña. Así se muere este cetáceo, sintiendo cómo sus huesos se van separando de la piel. Vuelve a ver muros transparentes, seis metros de alambre entrecruzado. Un salto más y de nuevo hacia el desierto. De pronto un descuido en el convoy y el mar frente a sus ojos. Luego, una barca que se cree submarino. El resto son delfines, bancos de palometas y algún alga cruzándole la vista. Después la arena y la sal expulsada por la comisura de los labios. Y un cuerpo que no se mueve. Y un sol que arde demasiado. Y un idioma que no entiende. Y una ciudad cerrada, que abre al fin sus puertas.





en NN, 2007












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