martes, junio 02, 2009

“La ley de la calle”, de Jorge Aulicino






Qué bueno cuando asamos conejos imaginarios
y qué bueno la canoa que recogía
nuestros cuerpos quemados y exhaustos,
y qué bueno disparar un rifle de precisión
imaginario, pero oler pólvora de verdad.

Sin embargo estoy en una ciudad.
Hay una moneda en el fondo de un charco
y una mujer se detiene detrás de mí.
La veo en la vidriera donde
también se reflejan
ciertas nubes.





en Hombres en un restaurante, 1994










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